Robaron mi
basurín cuatro veces. No me dieron ganas de comprar otro más. Dejaba las bolsas
en los basurines que lograron sobrevivir. Uno grande tenía la vecina de la
esquina y allí depositaba todo, que no era nada. Puso un cartel en su
distinguido basurín que decía: “Este basurín es únicamente para residuos
familiares”.
Antes de esto,
la mujer tuvo un accidente, el auto se dio vuelta tres veces, estuvo grave. Fui
a decirles que si necesitaban algo, contaran conmigo. Llegué a pensar que había
muerto, pero no. Apareció barriendo la
vereda. A partir de ahí le decíamos: “Il morto qui parla”. Un día el marido
vino a la casa, furioso. Porque según él, le seguíamos usando el basurín.
—A ver, salí si
sos tan valiente.
Salí y el tipo
me pechaba, como si yo fuera un hombre.
—Si nosotros no
lo usamos más, tenemos el propio, tal vez fue otra persona. ¿No lo pensó?
Se fue tan
furioso como cuando vino. A la mañana se murió de un paro cardíaco. Me encantó
que quedara un vecino menos.
Un vecino menos,
es un vecino menos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario