Ella no vivía
como todos, Titi imaginaba.
Imaginaba cuando
era chica y comía alfajores de chocolate, los que podía.
Siendo
adolescente subió a un árbol grande, se recostó en un tronco delgado.
—¡Titi!, bajá,
te vas a caer y ni pienso socorrerte.
Pidió que le
subieran tules con forma de plumas.
—Si no están en
estado físico, me alcanzan los tules con un palo largo.
En minutos se
disfrazó de pájaro. Hizo su nido ahí para conocer otros pájaros. Por la noche
la bajaron con sogas que se les fueron de las manos y Titi cayó de espaldas
sobre la tierra. Se rompió la cadera, el hombro derecho, tres costillas y
raspones profundos.
La internaron
dos años en un Sanatorio. Titi imaginaba que estaba en un templo, donde los
grandes rezaban y arriba volaban ángeles fluorescentes.
Se quiso casar
en ese lugar, necesitaba un novio. Era tal cual lo que ella imaginó.
—Ey, Titi, soy
tu Médico, escuché todo, lo que soñás lo hablás, Te advierto que soy tu Médico
y casado. No podría ser tu novio, pero tengo una buena noticia, mañana te dan
el alta. Vas a tener que usar muletas por un tiempo.
—A mí me pone
contenta, es como tener cuatro patas.
Cuando caminó
sin muletas, encontró un novio.
—¿No te querés
casar conmigo?
—A una Dama, no
se le niega nada. Sí, me caso con vos.
La boda
imaginada se hizo verdadera. Había ángeles fluorescentes que volaban sobre los
novios. Pasaron la luna de miel. Titi tenía un vestido de novia, con una cola
de setenta kilómetros. Los querubines ayudaron y llegaron a un hotel espantoso.
—No te pongas
mal, lo más importante es la cama.
Tardó tres horas
en desvestirla. El dormitorio fue inundado por telas, encajes y bordados. La
cola no cupo, la dejaron en el pasillo del hotel. Cuando quedó sin ropas, él le
volcó miel por todo el cuerpo y después le pasó la lengua. Titi se ofendió.
—No te pongas
así, estamos haciendo la luna de miel, que es con luna y con miel.
Titi le tenía
más asco a la lengua que a la miel. La noche siguiente, la untó con dulce de
frutillas. Esta vez le pasó las manos, en un momento se dio cuenta que no eran
manos. Tocó y sintió un palo duro de carne. Son feas las descripciones íntimas.
Pero Titi ni se lo hubiera imaginado.

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