viernes, 21 de mayo de 2021

CRANEANDO

 

   Yo no elijo las palabras, las palabras vienen a mí. Tengo seis hijos, los nombres que elegí: Garambaina, Garlito, Lábaro, Nefelibata, Ñuzco y Picio. Nombres raros, sin apellido, porque los que se fueron nunca los reconocieron.

   Garambaina y Nefelibata eran mis hijas mujeres. Garlito, Lábaro, Ñuzco y Picio, los varones. Escribo mucho por las noches, cuando ellos están durmiendo. Me despierto con mal humor, no tengo ideas, ni siquiera puedo cranear algo.

   Las chicas me preguntan quiénes fueron sus Padres y les miento y les cuento:

   —Sus Padres eran seres maravillosos, inteligentes y considerados, nunca nos levantaron la mano.

   Los varones resultaron problemáticos. Hace tres meses que están presos por robarse unos chocolatines. Nuestra Justicia es así, te parten la vida con tal de sacarte algo. En la prisión conocieron a sus respectivos Padres, eran todos policías y se emocionaron. Es raro que la cana se emocione. Los ayudaron a salir de la cárcel, pasando sobre la Justicia, pusieron unos manguitos y el caso estuvo resuelto.

   ¡Cómo pude tener hijos con esos degenerados! Y encima todo esto lo tengo que escribir. Son cosas del orden de lo privado.

   Las chicas viven conmigo, visitan a sus hermanos y les llevan cigarrillos, yerba mate y algún dinero, para que no les rompan el culo.

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