domingo, 2 de mayo de 2021

PRADERAS DE PAZ

 

   —¿Vos te acordás cuando nos reuníamos y venía Paz?

   —Vos no sabés cuánto la extraño, hace tanto tiempo que Paz no aparece, nos divertíamos con ella. Era la mejor de todas, no me digas.—dijo Irene.

   —Te tengo que contar una cosa de ella…¡Pero mirá, mirá! Se acerca a nuestra mesa, aunque está demasiado joven, debe ser la hija.

   Tenía 83 años y se había cirugeado de pies a cabeza.

   —¿No parezco de treinta?

   Y sí, parecía otra persona, le quedó una sonrisa escondida. Le temblaba un poco la boca, dijo Irene.

   —En la última cirugía, el Médico se asustó bastante, se mesaba la barba, y dijo: “Usted es una persona grande, casi no le queda piel para estirar, pero si le parece, la hacemos.”

      Yo me di cuenta, se le saltó una costura mientras charlábamos. Primero se le achicaron los ojos, los pabellones de las orejas se desprendían, Paz, con mucha paz, puso todo en una maleta transparente.

   —Si esto me llega a la cabeza, dejaré de hablar.

   Todas bajamos la mirada al piso, quedaban sus cenizas, ella fumaba mucho y sin querer se incendió. Siempre fue una mujer exagerada, no dejó nada de ella. Juntamos sus cenizas y las depositamos en una azucarera. Nunca más fuimos a ese boliche, a todas nos dio impresión endulzar nuestro café con las cenizas de Paz.

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