—¿Vos te acordás
cuando nos reuníamos y venía Paz?
—Vos no sabés
cuánto la extraño, hace tanto tiempo que Paz no aparece, nos divertíamos con
ella. Era la mejor de todas, no me digas.—dijo Irene.
—Te tengo que
contar una cosa de ella…¡Pero mirá, mirá! Se acerca a nuestra mesa, aunque está
demasiado joven, debe ser la hija.
Tenía 83 años y
se había cirugeado de pies a cabeza.
—¿No parezco de
treinta?
Y sí, parecía
otra persona, le quedó una sonrisa escondida. Le temblaba un poco la boca, dijo
Irene.
—En la última
cirugía, el Médico se asustó bastante, se mesaba la barba, y dijo: “Usted es
una persona grande, casi no le queda piel para estirar, pero si le parece, la
hacemos.”
Yo me di
cuenta, se le saltó una costura mientras charlábamos. Primero se le achicaron
los ojos, los pabellones de las orejas se desprendían, Paz, con mucha paz, puso
todo en una maleta transparente.
—Si esto me
llega a la cabeza, dejaré de hablar.
Todas bajamos la
mirada al piso, quedaban sus cenizas, ella fumaba mucho y sin querer se
incendió. Siempre fue una mujer exagerada, no dejó nada de ella. Juntamos sus
cenizas y las depositamos en una azucarera. Nunca más fuimos a ese boliche, a
todas nos dio impresión endulzar nuestro café con las cenizas de Paz.

No hay comentarios:
Publicar un comentario