domingo, 13 de noviembre de 2016

CAGÁTE


   El vaquero Kakocho, que alquila nuestras vacas, nos debe cuatro meses, para mostrar su voluntad de pago, depositó 10 pesos con cincuenta ctvs.
   El tipo tiene un campo donde entrarían Bélgica, Holanda, Berisso, Ensenada y Estocolmo. Son lugares invadidos por refugiados. Ofreció arrendamiento a todos esos habitantes, incluídos los refugiados. Éstos últimos se encargarán del ordeñe, rotulado manual de la tierra y sembrado usando el índice y el pulgar, sin maquinarias, para no dañar la atmósfera, no percibirán salario ninguno, porque es gente acostumbrada a trabajar gratis, además son negros, feos y sucios, nada merecen dan asco.
   Le conté la historia a mi amiga Silvia —Yo tengo un camión jaula, herencia de mi viejo, si querés sacamos tus vacas y las llevamos a Puerto Madero.
   A mí me pareció una locura, pero una noche de cielo negro hablamos con ellas y aceptaron venir con nosotras. Silvia dijo —Vas a ver cuando vean mi predio, hasta se les van a arquear las pestañas.
   A mí se me ocurrió otra —Ché loca ¿Y si hacemos el ordeñe a mano? Las ploteamos con imágenes de la Chorra Estúpida y el Príncipe Idiota, para no generar conflictos entre los bípedos mafiosos.
   La buena leche nos la sacaban de las manos y las cuatrocientas vacas eran vivadas por pobres y ricos. Logramos obtener cuantiosas sumas. El señor vaquero Kakocho fue desguasado por los refugiados, para hacer un asado de Gordo a la Cerveza. La hija del vaquero lloraba la muerte de su padre. Esperaba un hijo de él y faltaban unos días para su parición, una lástima, la verdá.                                      
                                                                                                   

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