Mi sueño tiene
varios enemigos, canillas que gotean, arranque de heladera, encendido de
termotanque, los gatos y sus amores, la certeza que hay ladrones acechando en
el tejado. Los tic-tac de los relojes, el de la cocina, el despertador, mi
reloj pulsera. Cierro los ojos y escucho las sirenas policiales, las
ambulancias, las alarmas de las casas solas, cadenas oxidadas de las hamacas
habitadas por adolescentes que se mecen, entre risotadas y pasame la botella.
Cuando todo cierra en silencio, comienzan a moverse interminables vagones con
piedra. Opto por contar ovejas con forma de vagones.
Duermo con los
dientes apretados, la almohada sobre mi cabeza casi me asfixia. Mi cuerpo se
hace bollito. La primera pesadilla es que no tengo un mango. Me despierto, pienso
que encima es cierto. La segunda pesadilla es que no tengo laburo. Abro los
ojos, porque esto también es cierto. Hago un último intento y sueño que las
noticias de los diarios son tan absurdas que dan miedo. Y es cierto. Cuesta,
pero me levanto, voy al baño para hacer un pis que no tengo y sigo hasta el
escritorio, prendo un pucho, dos, tres, tomo siete tazas de café recalentado,
al último le agrego leche, es de día, mi desayuno ha terminado.
Como no tengo
nada mejor que hacer, escribo estas boludeces.
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