Primavera,
verano, otoño e invierno. Siempre fue así. El clima decidió, por una cuestión
global, ampliar su territorio. Se hizo primavera en el invierno y otoño en el
verano.
Los bípedos
confundían sus hormigueros, muchos llegaban tarde al laburo por pensar que
podían dormir cuatro horas más, total era noche cerrada. La atmósfera comenzó a
discutir. El sol lo mandaba EEUU, envuelto en papel negro. La luna, que siempre
fue comunista, se alió con la URRSS y se
encerró en el Kremlin. Aparecieron corrillos bipedianos queriendo desentrañar el
misterio. Subyacía una idea destructora, los árboles se secaban, las piedras
caían una sobre las otras, hartas de ser montañas, cerros o sierras. Las flores
desaparecieron, se negaron a existir en esas condiciones. Los bípedos
abandonaron la costumbre de comer verdurita, ahora comían tierra condimentada
con polución, caños de escape, humo de fábricas y los más privilegiados,
tomaban sopa de petróleo.
Por costumbre,
voy a trabajar todos los días, hace bastante que no veo a nadie, pero me gusta
cumplir. El tapado de piel lo uso dentro de la oficina, hasta que un calor de
mierda me obliga al topless. Abro la PC y hay un mensaje que dice “La Atmósfera
prohibió el uso de señales, lastiman el Cosmos, que apenas respira y se resfría
lloviendo todo el tiempo”. Me puse el saco de piel y esperé el horario de
salida. Llegué a casa y tenía barro hasta la mitad de las ventanas. Traté de
abrir la puerta, por costumbre, mis piernas se hundieron en el barro cuando me
enterré hasta el cuello, apenas respiraba, luego cubrió la cabeza.
Me dio mucha
lástima, yo era una persona muy, muy valiosa.
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