lunes, 7 de noviembre de 2016

POR COSTUMBRE

  
   Primavera, verano, otoño e invierno. Siempre fue así. El clima decidió, por una cuestión global, ampliar su territorio. Se hizo primavera en el invierno y otoño en el verano.
   Los bípedos confundían sus hormigueros, muchos llegaban tarde al laburo por pensar que podían dormir cuatro horas más, total era noche cerrada. La atmósfera comenzó a discutir. El sol lo mandaba EEUU, envuelto en papel negro. La luna, que siempre fue comunista, se alió con la URRSS  y se encerró en el Kremlin. Aparecieron corrillos bipedianos queriendo desentrañar el misterio. Subyacía una idea destructora, los árboles se secaban, las piedras caían una sobre las otras, hartas de ser montañas, cerros o sierras. Las flores desaparecieron, se negaron a existir en esas condiciones. Los bípedos abandonaron la costumbre de comer verdurita, ahora comían tierra condimentada con polución, caños de escape, humo de fábricas y los más privilegiados, tomaban sopa de petróleo.
   Por costumbre, voy a trabajar todos los días, hace bastante que no veo a nadie, pero me gusta cumplir. El tapado de piel lo uso dentro de la oficina, hasta que un calor de mierda me obliga al topless. Abro la PC y hay un mensaje que dice “La Atmósfera prohibió el uso de señales, lastiman el Cosmos, que apenas respira y se resfría lloviendo todo el tiempo”. Me puse el saco de piel y esperé el horario de salida. Llegué a casa y tenía barro hasta la mitad de las ventanas. Traté de abrir la puerta, por costumbre, mis piernas se hundieron en el barro cuando me enterré hasta el cuello, apenas respiraba, luego cubrió la cabeza.
   Me dio mucha lástima, yo era una persona muy, muy valiosa. 
                                                          

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