sábado, 15 de septiembre de 2018

ANZUELOS



   Prefería las vacaciones sola. Venían los hermanos Wilson, sus lamentables vecinos. 
—Dale, Severina, vos juntás las lombrices y nosotros hacemos el resto.
   Seve tenía conciencia de sus perversiones y también sabía que “pez que no has de beber, déjalo correr”. Seve era más grande, juntaba las lombrices y las llevaba en un baldecito de playa, con dibujos de peces, casualmente. Iban hasta la orilla de la laguna grande. Los vecinos querían pejerreyes, mojarritas, les daba igual, a pesar de la diferencia de tamaño. Seve decía: —Dejen chicos, que sé cómo usar las lombrices de carnada y los anzuelos para engancharlas.
   Nunca lo había hecho, pero le dieron pena los pejerreyes, tomados del labio superior y arrancados de su medio ambiente, no sin antes protestar con aleteos. Seve era suave y arriesgó su puntería en mitad de una lombriz gorda, con hígado resistente. En este lugar llamó la atención de los chicos, atravesó el anzuelo.
   —No deben olvidar que la Naturaleza es un recurso no renovable.
   Los chicos atentos, observaban cómo Seve arrojaba el sedal con la lombriz, que saludaba, herida pero viva.
   —El silencio es fundamental, para que los peces se sientan en su casa, sin cartero acechando con un impuesto en la mano, ni nada que constituya amenazas.
   El sedal comenzó a moverse y con toda la insoportable levedad  del ser, Severina sacó un pejerrey.
   —Viva, Seve, miren qué pedazo de pescado.
   Pobrecito, tenía el labio superior atravesado por el anzuelo. La lombriz se enterró y salvó su vida.
   —No toquen al pejerrey, niños diabólicos.
   Seve quitó el anzuelo como una cirujana, sólo le quedó un tajito, parecido al que un hombre se hace cuando se afeita.
   —Aprendan a cuidar el mundo, observen…
   Severina tomó con cuidado al pejerrey y lo sumergió en el agua. Era un Rey, el pez, nadaba rápido y se fue amando la vida.
   —Qué buena lección nos diste, re cool, pero como nosotros te observamos y somos machos, pensamos pescar tres y comerlos fritos con puré de papas y a vos que sos una cortamambo…
   Las voces de los engendros se perdieron. Seve corrió a meterse en el agua, su novio la esperaba y no escuchó más nada. Sintió un beso de pez, en el ombligo.

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