Prefería las
vacaciones sola. Venían los hermanos Wilson, sus lamentables vecinos.
—Dale,
Severina, vos juntás las lombrices y nosotros hacemos el resto.
Seve tenía
conciencia de sus perversiones y también sabía que “pez que no has de beber, déjalo
correr”. Seve era más grande, juntaba las lombrices y las llevaba en un
baldecito de playa, con dibujos de peces, casualmente. Iban hasta la orilla de
la laguna grande. Los vecinos querían pejerreyes, mojarritas, les daba igual, a
pesar de la diferencia de tamaño. Seve decía: —Dejen chicos, que sé cómo usar
las lombrices de carnada y los anzuelos para engancharlas.
Nunca lo había
hecho, pero le dieron pena los pejerreyes, tomados del labio superior y
arrancados de su medio ambiente, no sin antes protestar con aleteos. Seve era
suave y arriesgó su puntería en mitad de una lombriz gorda, con hígado
resistente. En este lugar llamó la atención de los chicos, atravesó el anzuelo.
—No deben
olvidar que la Naturaleza es un recurso no renovable.
Los chicos
atentos, observaban cómo Seve arrojaba el sedal con la lombriz, que saludaba,
herida pero viva.
—El silencio es
fundamental, para que los peces se sientan en su casa, sin cartero acechando con
un impuesto en la mano, ni nada que constituya amenazas.
El sedal comenzó
a moverse y con toda la insoportable levedad
del ser, Severina sacó un pejerrey.
—Viva, Seve,
miren qué pedazo de pescado.
Pobrecito, tenía
el labio superior atravesado por el anzuelo. La lombriz se enterró y salvó su
vida.
—No toquen al
pejerrey, niños diabólicos.
Seve quitó el
anzuelo como una cirujana, sólo le quedó un tajito, parecido al que un hombre
se hace cuando se afeita.
—Aprendan a cuidar
el mundo, observen…
Severina tomó con
cuidado al pejerrey y lo sumergió en el agua. Era un Rey, el pez, nadaba rápido
y se fue amando la vida.
—Qué buena
lección nos diste, re cool, pero como nosotros te observamos y somos machos,
pensamos pescar tres y comerlos fritos con puré de papas y a vos que sos una
cortamambo…
Las voces de los
engendros se perdieron. Seve corrió a meterse en el agua, su novio la esperaba
y no escuchó más nada. Sintió un beso de pez, en el ombligo.

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