Vivían en un
barrio de gente buena, eran así porque fueron peones de campo, despedidos de
sus pagos, pero les quedó la dignidad.
Los dueños de la
casa de cemento y vidrio, pretendían con columnas y escalinatas, sobresalir del
horizonte. Volvían de trabajar y miraban con indiferencia, cómo los pobres iban
y venían con baldes que salían de una sola canilla. Ni se les cruzaba pensar
que ellos regaban el pasto con regadores automáticos. Tenían canillas
diferentes para cada función. —¿Má, por qué nosotros tenemos tanta agua y ellos
nada?
—Porque son
pobres, nacieron pobres y morirán así, de estos especímenes hubo siempre, sólo
que ahora se están multiplicando.
Al Padre le dio
odio que le metiera tanta mierda en la cabeza. Mandó poner canillas alrededor
de su parcela, cada tres metros. Avisó casa por casa la buena nueva.
Ellos,
agradecidos, sacrificaron un cordero, lo asaron y los invitaron. Él fue porque
el cordero le encantaba, para no despreciar y para contarles su propia
historia. La mujer no quiso ir. —No nací para comer en la mesa de esa gentuza.
Ahora tenemos menos agua por tu generosidad con ésos.
Invitados por él, comían carne en su casa los
fines de semana, se tiraban a la pileta, los hijos jugaban con el suyo. Le
enseñaron a nadar y a regalarles ropa que él no necesitaba, pero su Madre le
compraba a granel. Ella pasaba los fines de semana en casa de su madre.
—Si vos te
volviste loco, yo no.-Le decía con bronca acumulada-.
Una noche, de mucho
escabio, se tiraron todos a mirar el cielo, único lugar que les pertenecía por
igual. —Yo les debo una historia, nací en una villa del Gran Buenos Aires,
cuando murió mi viejo, no teníamos ni para comer. Busqué trabajo, lo único que
conseguí fue vender droga, cuando la mano se puso pesada, compré un auto sin
papeles. Tuve un socio que me aseguró la venta y la de todos los que vinieron
después. Pude hacer esta
casa, porque alrededor vivían Uds, a nadie le gustan los pobres, por eso el
terreno salió barato. La diseñé y la construí con la ayuda de un hermano.
Cuando la terminé, murió mi libertad: me casé con esta tilinga, nacida al borde
del Riachuelo. Me di cuenta que la gente nacida sin nada, después quiere todo y
más también. Programamos una charla para mañana, ella piensa que vamos a
comprar otro auto, o hacer la terraza, o un muro que nos separe de Uds. Mañana
le pido el divorcio y luego la tenencia del niño. Si escuchan gritos no se asusten,
es ella, loca de asombro o algo así…algo así…
—Se durmió,
vamos a cubrirlo con una manta.
—Yo me voy a
limpiar las cosas por si viene, que encuentre todo, como si no hubiéramos
estado.
Las familias
linderas escucharon gritos, el niño llorando entró en la casa de al lado y le
cantaron hasta que se rio y comió guiso de lentejas. Por suerte no vio nada.
Ruido de vajillas que se rompían, insultos a mansalva fue el preludio. Se escucharon
dos disparos y después un silencio eterno. Se acercaron tres vecinos, los más
próximos. Casi desmayan al ver la escena. Tenían un revólver cada uno, como un
duelo transcurrido.

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