Fueron días de
malas noticias, más de lo que cabe en un día. El Narrador se hallaba
impaciente, por tirarse de cabeza en la hoja blanca y salir de la maldad
carente de objetivos.
Tenía poca tinta
pero no le importó hacer garabatos antes que aparezca letra legible, le
permitiría contar la historia de tres amigas, Malala, Amparo y Tola. El terror
de Chascomús del cuarenta, sus lenguas viperinas llegaban hasta confesiones
abiertas, donde sus abuelos fueron cornudos y ellos arremetieron venganzas contaminantes.
—Malala, tu abuelo fue amante de mi Abuela.
Tomaba un
sorbito de té con ruido y se llenaba la boca con tres dátiles, así le daba
espacio a Tola.
—Quién te dice, que por ahí, seamos primas hermanas, Mala.
Se le metió una
pestaña en el ojo. —¿Cómo Mala?
Habló Amparo, descubridora
por callada y observadora. —Sí, “Mala”, no te ofusques, es para abreviar el “la”.
—Mis Abuelos
fueron fieles hasta donde el Diablo perdió el poncho. –Dijo Amparo con
picardía- Cuando el poncho desapareció, sintieron la atracción del pecado.
Y con ambición
de saber, Malala la Mala, preguntó si habían pecado y con quién.
—¡Jamás! Fueron a
pedir perdón, se confesaron en la Capilla frente a la laguna y Dios los
sobreseyó. Además la laguna creció de golpe y se ahogaron tomados de los
cuernos.
Se hizo un
silencio y las dos quedaron como sin ver el último capítulo del teleteatro.
—Bueno, no me miren así, a donde fuereis, haz lo que viereis. Se metieron los
cuernos con los Abuelos y Abuelas de todas Uds, pero como eran católicos y
arrepentidos de sus tropelías, se confesaron, con el cura al medio, por el
enroque de los cuernos de ciervo, ya eran de ciervo por la edad. El cura los
perdonó, pero les advirtió que Dios no sabía si estaba de acuerdo. Chicas,
abramos este coñac y festejemos. A mí se me hace que somos todas primas hermanas.
Que se haga presente el Narrador, así brinda con nosotras.
Se fue a la mierda el Narrador, le dio temor
escribir historias de vidas procaces y no tenía más tinta.

No hay comentarios:
Publicar un comentario