sábado, 8 de septiembre de 2018

LAS GANAS



   Se tragó la baliza y casi pisa un cana, la baliza no brillaba y el cana camuflado, parecía un seto.  
   —Dale, bajá, pendejo.
   Le dijo que tenía treinta y tres años.
   —Ah, entonces sos un viejo choto, entrá a la Comisaría, nosotros te revisamo el auto.
   Le quitaron hasta las puertas y revolearon las alfombras al aire, encontraron un bolsito con la plata del alquiler, más el regalo de su cumpleaños.
   —No mirés, viejo, para nosotros, esta guita es un vuelto.
   Él les explicó que si no pagaba el alquiler, quedaba en la calle, por eso estaban juntos los dos meses, por la deuda y el castigo.
   —A nosotros no nos contés nada. Vamo a ver si tuviste Antecedentes o si tenés o tendrás. Tenemo una Macotoch que te avisa. Sacate los cordone de los timbo, el cinto y el alicate. Miralo vo al tipo, tiene todo importado.
   Les iba a decir que sus clientes solían pagarle con ropa, pero entenderían con el orto, como canas que eran. Lo empujaron a un cuadrado de cemento, sin ventana y con una puerta chica de rejas. Entró un grandote: —Ponete en bolas y te reviso, abrí el culo para ver si hay droga.
   Pidió llamar a un Abogado. —No jodá, viejo, acá no damo derecho ni a llamar a Dio, ¿cataste? Además hubo resistencia a la autoridá, es grave.
   Mientras el grandote le mentía, el resto se reía. Apareció la Policía Federal, tres móviles y el cagaso de los Locales.
   Un Federal, más humano, si es que hay algo humano entre tanta bestia: —Llamá a quien quieras, pibe, un sólo llamado.
   Se comunicó con un amigo Custodio  armado, de la Gobernación, éste hizo correr la noticia, otro amigo, de dos metros de altura, campeón de box, subió a toda la barra, incluído el dueño de un gimnasio y la novia que era campeona de box amateur femenino. Dijo el Puma: —Eh, ché, paremos un poco, que no vamos a la guerra.
   Cuando ellos iban, él venía, no le sacaron un mango, rearmaron el auto y le metieron los bolsos. El Federal casi bueno, escuchó murmurar a los canas contando la guita. —Guarda el hilo, ahí que no falte un mango.
   Le extendió al pibe la billetera completa.
   Estuvo siete horas detenido sin motivo. Una pavada que se la hicieron. Entró al departamento y estaban sus amigos, les pidió que se fueran, que al día siguiente…
   El gimnasio de la esquina estaba abierto, descargó su odio en las bolsas, todos los punching ball y hasta el dueño la ligó. Conocía la historia, tenía el cuerpo entero tatuado por él, gratis. Lo llevó hasta el departamento, le sirvió un vaso grande de agua. —Tomá esto junto con un rivotril.
   El pibe se desmayó en la cama, él le acomodó el cobertor y se fue.
   —Pensar que tiene la edad de mi hijo.
   Cerró con bronca el ascensor.

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