—Hace dos años
que teje la red y le creo, porque la he visto, la espalda ampollada de tanto
sol, mientras tejía, ahora sigue tejiendo.
Seguro no
estaba, le parecía que Carlota era lenta. Lorenpete se calentó y le apretó los cachetes.
—Por mí esperamos,
mientras teja gordo y fuerte, la abuela ayuda. Aprendió en el Puerto de
Quequén.
Lorenpete se
enfrió. —Roque Pérez, no seas ansioso, el esturión anda cerca de la costa, le
tiramos la red que es enorme. Es muy pesado, vamos a necesitar una carnada
importante. La Patagonia no es tan lejos de Buenos Aires. Lagarto Báez, es el
que tiene interés en conseguir camiones, para los pozos que existen a quince
metros del piso. Se volvió loco, la Estúpida le dijo que hay piedras preciosas,
oro y dólares, enterrados en ese lugar. Se las pidió para que tape algo del
latrocidio que ella realizó.
Dijo Roque
Pérez: —No le demos bola a la mafia, debemos focalizarnos en el esturión. Le
cortamos medio cuerpo a la Chorra y las bolas a Lagarto Báez, dicen que son
enormes, se las damos de carnada al esturión y lo llevamos hasta Puerto Madero.
Lorenpete, pensó
que era una estrategia super creativa. Todos los Restaurantes comprarían caviar
a lo pavote y resolverían esos platos de gourmetes pelotudos con cilantro y
mayonesa de alcaucil.
—¿Y después qué
hacemos? Pensé, ahora porque estamos por llegar.
Roque Pérez, con
ojos de esmeralda dijo: —Los vendemos, mirales las cabecitas esperando el
manjar, para triplicar lo que costó. Nos van a dar un buen dinero y hacemos
como ellos, nos vamos a la mierda, pero con la conciencia tranquila.

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