martes, 25 de septiembre de 2018

LA INDIFERENCIA ORGANIZADA



   Es un trabajo que envuelve su gratitud al destino, por ahora eterno, como el piadoso recluta a los enfermos. Las gasas se construyen con las babas del diablo, que suelta Dios para los hombres. Son absorbentes y se resuelven en ovillos flojos.
   Médicos Sin Fronteras, cada vez menos en número, acompañan. Hace meses que caminan de país en país. No desean su presencia, todavía algunos recuerdan “Erraréis por el desierto”. Durante las noches hacen fogatas que deben apagar al menor ruido. Todos los movimientos nocturnos son una amenaza. Calientan sus manos, hay familias que les piden su descendencia, los pueblitos chicos con gente buena, sólo pueden eso, algunas madres aceptan y señalan en papeles el lugar donde dejaron sus hijos. Los lugareños consuelan diciendo que si encuentran espacios definitivos, retornen por los niños. Forman círculos cerrados en fogatas de lugares remotos.
   Médicos Sin Fronteras, arrastran las madejas de las babas del Diablo y rodean las espaldas y los pies de los que abandonaron todo y ahora no encuentran nada. Hay benditos que desde helicópteros les arrojan comida y agua. Hay valientes que piden a los Gobernantes, permanecer. Algunos acceden a otorgarles un predio, rodeado de alambrados. Construyen techadas con los ovillos de las babas de Dios, así le llaman ahora.
   Son procesiones secas, sucias y sin fuerzas para hablar. Campos de concentración errantes, que otros hombres miran por televisión, cambian de canal para ver jugar a la pelotita y usan su pasión gritando a la estupidez humana, que los involucra.

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