Es un trabajo
que envuelve su gratitud al destino, por ahora eterno, como el piadoso recluta
a los enfermos. Las gasas se construyen con las babas del diablo, que suelta
Dios para los hombres. Son absorbentes y se resuelven en ovillos flojos.
Médicos Sin
Fronteras, cada vez menos en número, acompañan. Hace meses que caminan de país
en país. No desean su presencia, todavía algunos recuerdan “Erraréis por el
desierto”. Durante las noches hacen fogatas que deben apagar al menor ruido.
Todos los movimientos nocturnos son una amenaza. Calientan sus manos, hay
familias que les piden su descendencia, los pueblitos chicos con gente buena,
sólo pueden eso, algunas madres aceptan y señalan en papeles el lugar donde
dejaron sus hijos. Los lugareños consuelan diciendo que si encuentran espacios
definitivos, retornen por los niños. Forman círculos cerrados en fogatas de
lugares remotos.
Médicos Sin
Fronteras, arrastran las madejas de las babas del Diablo y rodean las espaldas
y los pies de los que abandonaron todo y ahora no encuentran nada. Hay benditos
que desde helicópteros les arrojan comida y agua. Hay valientes que piden a los
Gobernantes, permanecer. Algunos acceden a otorgarles un predio, rodeado de
alambrados. Construyen techadas con los ovillos de las babas de Dios, así le
llaman ahora.
Son procesiones secas,
sucias y sin fuerzas para hablar. Campos de concentración errantes, que otros
hombres miran por televisión, cambian de canal para ver jugar a la pelotita y
usan su pasión gritando a la estupidez humana, que los involucra.

No hay comentarios:
Publicar un comentario