La materia se
llamaba Educación Democrática. Mi vieja trabajaba en la misma Escuela. Caminaban
juntos a la salida. Mamá se reía de cualquier boludez que dijera Dietrich,
mostraba todos los dientes, tomaba sol hasta en invierno y su escote permitía ver
el principio de sus gracias. Cuando murió Papá, el Profesor asistió al sepelio
y le dio a mi Madre, un abrazo generoso, que ella devolvió con el mismo
énfasis. La plenitud del peronismo. El peronista indagó: —¿Vos sos?
Ella, con el
ceño fruncido, respondió: —¡Para nada!
—Te hago una
propuesta, cuando pase el tiempo del duelo, ¿aceptás casarte conmigo?
Mami se cavó la
fosa. Ese mismo día la Policía Peroniana, le dio cárcel definitiva, tenía
prohibidas las visitas, fueron años, se perdió mi crecimiento.
Dietrich pidió
mi tenencia, se la otorgaron de inmediato, le servía para hacer de carnada. —Vos
le preguntás a quien se te cruce, si es peronista. Si te dice que no, se lo
señalás a un Cadillac negro, que te seguirá despacio, al tipo o a la mina antiperoniana.
De acá salís a las siete y volvés a las diecinueve.
Me miró
amenazante. —¿Y con el Colegio qué hago?
Sonrió perverso:
—No vayas, tendrás diez en todo, yo les doy miedo y respetan mis mandatos.
Tengo alumnas, como vos, de otras Escuelas, que me sirven de carnada, los
Padres no dicen nada. Les doy unos mangos y son capaces de hacer trabajar a sus
hijas en prostíbulos. Cuando cumplas dieciséis, te casás conmigo. No quiero
prostituirte, sos demasiado linda para esos negros de mierda. Vas a conocer al
General, que dirá: “¿A ver pichona?, meté tu manito en este bolsillo,
encontrarás cadenas de oro y anillos dorados. Cuando los encuentres, tócame todo
lo que puedas y te llevás el oro que hayas encontrado ahí. Después vendrán las
otras chicas, que procederán igual, o mejor”.
Yo me hice a un
lado y el General dijo: —Ésta,-Mirando a Dietrich-me la prestás una vez por semana.
—No hay
problema, mi General, yo la tengo todos los días.
Cuando cayeron
los peronchos, me metieron en cana, junto a Mamá, que quedó admirada de mi
crecimiento y me preguntó, claro la pobre se había olvidado. —¿Quién carga
mejor, Dietrich o el viejo?
Le contesté
enseguida porque hasta los extrañaba. —Son dos estilos distintos, una vez me
acosté con los dos juntos, el viejo tenía…experiencia.

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