lunes, 16 de diciembre de 2019

CIELO DESPEJADO



   Ella trabaja en una terraza, con pisos de madera, en altura. Haciendo un esfuerzo se pueden ver las Sierras, donde trepan las casas de cemento y le tienen miedo al árbol.
   Luego viene un Bar espacioso. Existen dos posibilidades, de consumo de café y helado. Siempre atenta a los pedidos de los niños, imbancables, es Cielito que los mira con amor y les explica cómo están hechos, porque los hay de perejil y espinaca. Los niños no entienden nada.
   —Mamá, queremos helados normales, de bayón y chocolate o de frutilla y camambert, gritale, gritale a Cielo, porque siempre está enamorada y eso la debe distraer.
   —Les pido que bajen la voz, porque Cielo tiene un novio, que se llama Bruno y trabaja desde las doce de la noche, hasta las diez de la mañana y ella entra a su trabajo a las diez de la mañana, hasta las doce de la noche.
   Los chicos calcularon por celular. —Mami, entonces no tienen tiempo ni para lo que vos y Papi hacen todas las noches, con ese colchón infernal, que nos despierta con los resortes, donde tiembla toda la casa. Entre paréntesis, podrían cambiar ése, por uno más silencioso. Tampoco es necesario usar las noches de toda la semana, para hacer lo que hacen. Alguna vez podrían dormir la noche entera.
   Apareció Bruno, buscando a Cielito con ojos desorbitados. Cielito, de la alegría, dio vuelta dos cucuruchos llenos, en la cabeza de dos inocentes. Quedaron a cargo las otras chicas y Néni, que es el encargado de todo.
   Bruno tomó la mano de Cielito y entraron al Super de al lado, donde Bruno trabaja y además tiene las llaves del baño. Los compañeros saben todo, pero todos son leales. Parece que en el baño, se ponen al día, con lo que podían hacer un día por semana.
   Era muy divertido, porque Cielito aparecía con la cofia de costado y la pintura corrida. Bruno la acompañaba, con el uniforme al revés y las zapatillas colgando del cuello.
   Tenían dos cómplices, una para Cielo, que le acomodaba la cofia y le limpiaba la cara, otro que le calzaba las zapatillas a Bruno. Todo esto, les llevaba tres minutos y medio.
   Un día les llamaron la atención y le pidieron a él, las llaves del baño. El chico de la verdulería, tenía una cucheta, en un vericueto secreto y le dio tanta bronca, que les ofreció ese lugar. Disfrutaron como Príncipes, en oportunidades hubo que golpear la puerta, porque se excedían de tiempo.
   Un día, que para Cielo y Bruno fue humillante, les pusieron una cámara y salieron en todos los televisores del Super. Nunca hubo tantas ventas de café y de helados, el Dueño los felicitó, porque aquellas circunstancias, triplicaron las ventas.
   Los niños miraban y aplaudían al televisor, los viejos tomaban café, como nunca se había visto. Bruno y Cielo se fueron pensando, que tal vez, con la oferta del Dueño, podían comprarse una casa, un auto y hacerle los rulos al perro, que andaba con el look medio abandonado.  

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