Lo conocemos de antes de nacer, Mamá decía que
desde adentro de la panza, nosotros nos movíamos para saludarlo. El líquido
amniótico es sabio, como nosotros, dicen que nacemos sabiendo todo, de a poco
vamos olvidando y repetimos el grado.
—Papá, ¿vos usás
tiradores?
Mirá lo que me
pregunta. —Yo me tengo los pantalones con cinturón, el Viejo de la esquina usa
tiradores, son del tiempo de morondanga, algunos exagerados se ponían las dos
cosas, tiradores y cinturón.
Mis Padres
discutían entre ellos y de todos mis hermanos se descargaban conmigo. Yo me iba
de mi casa hasta la casa del Viejo. Contaba cuentos muy buenos, decía que me
veía cansado, que apoyara mi panza en sus rodillas.
Me pareció
sospechoso. —No me va a tocar el culo, porque lo acuso de pedúnculo.
—Ni se te ocurra
decirlo, yo te voy a rascar la espalda despacio, te va a dar placer, mi Abuela
lo hacía siempre, para calmar los fustazos que me daba mi Viejo. ¿Qué sentís
cuando hago esto?
—La verdad, me
hace cosquillas, pero me gusta, hasta olvido por qué me fui de casa. Señor
Cascajo, así lo llaman en casa, ¿no me regala sus tiradores?
—Ahora no, pero
serán mi herencia, para algún preferido que se me ocurra.
Me zafé y le
conté a mi Padre.
—¿Cómo no me
dijiste antes? ¡El Viejo es un pedófilo! Voy a la casa y de una trompada, lo
mato.
Tocó timbre,
pero como nadie lo atendía, llamó a la Policía.
Ellos tiraron el
portón abajo, el Viejo estaba tranquilo, sentado en la silla de mimbre.
—Vamos! Vamos!,
no se me haga el dormido.
–Le dijo un Oficial-.
—Me parece que
el Viejo está muerto y bien muerto.
Se dirigió a un
Sargento con cara de idiota.
—Vos que sos
forzudo, llévalo al furgón.
Vi cómo lo
sacaban, en una camilla, tapado hasta la cabeza y entonces me di cuenta, nunca
más me iba a rascar la espalda. Me tiré a la pileta y nadé por abajo, hasta
agotarme.
Tomé sol y eso
me quitó el frio, cuando di vuelta la cabeza, vi unas sogas elásticas, con
terminales de cuero y sostenes de bronce. El Viejo me había dejado su herencia.
Esa noche dormí con los tiradores puestos.
Mi Madre por la mañana
preguntó: —Tenés marcas de tiradores, ¿por qué será? Vení, apoyá tu pancita en
mi falda, te voy a rascar despacito.

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