miércoles, 18 de diciembre de 2019

SE DEJÓ LOS TIRADORES



   Lo conocemos de antes de nacer, Mamá decía que desde adentro de la panza, nosotros nos movíamos para saludarlo. El líquido amniótico es sabio, como nosotros, dicen que nacemos sabiendo todo, de a poco vamos olvidando y repetimos el grado.
   —Papá, ¿vos usás tiradores?
   Mirá lo que me pregunta. —Yo me tengo los pantalones con cinturón, el Viejo de la esquina usa tiradores, son del tiempo de morondanga, algunos exagerados se ponían las dos cosas, tiradores y cinturón.
   Mis Padres discutían entre ellos y de todos mis hermanos se descargaban conmigo. Yo me iba de mi casa hasta la casa del Viejo. Contaba cuentos muy buenos, decía que me veía cansado, que apoyara mi panza en sus rodillas.
   Me pareció sospechoso. —No me va a tocar el culo, porque lo acuso de pedúnculo.
   —Ni se te ocurra decirlo, yo te voy a rascar la espalda despacio, te va a dar placer, mi Abuela lo hacía siempre, para calmar los fustazos que me daba mi Viejo. ¿Qué sentís cuando hago esto?
   —La verdad, me hace cosquillas, pero me gusta, hasta olvido por qué me fui de casa. Señor Cascajo, así lo llaman en casa, ¿no me regala sus tiradores?
   —Ahora no, pero serán mi herencia, para algún preferido que se me ocurra.
   Me zafé y le conté a mi Padre.
   —¿Cómo no me dijiste antes? ¡El Viejo es un pedófilo! Voy a la casa y de una trompada, lo mato.
   Tocó timbre, pero como nadie lo atendía, llamó a la Policía.
   Ellos tiraron el portón abajo, el Viejo estaba tranquilo, sentado en la silla de mimbre.
   —Vamos! Vamos!, no se me haga el dormido. 
–Le dijo un Oficial-.
   —Me parece que el Viejo está muerto y bien muerto.
   Se dirigió a un Sargento con cara de idiota.
   —Vos que sos forzudo, llévalo al furgón.
   Vi cómo lo sacaban, en una camilla, tapado hasta la cabeza y entonces me di cuenta, nunca más me iba a rascar la espalda. Me tiré a la pileta y nadé por abajo, hasta agotarme.
   Tomé sol y eso me quitó el frio, cuando di vuelta la cabeza, vi unas sogas elásticas, con terminales de cuero y sostenes de bronce. El Viejo me había dejado su herencia. Esa noche dormí con los tiradores puestos.
   Mi Madre por la mañana preguntó: —Tenés marcas de tiradores, ¿por qué será? Vení, apoyá tu pancita en mi falda, te voy a rascar despacito.

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