No puedo dejar
de ir porque me quedo sin lo que me debe. Apareció disfrazado de libro.
—¿Qué la trae
por aquí, Señorita frustrada? Al menos como Escritora. No me conteste, sus
cuentos debieran darle vergüenza propia. Hay dos que terminan en la sílaba “ito”.
Repite los personajes, escalona las personas, siempre están el bueno y el malo.
¿Por qué no la corta con los casamientos y los entierros? Las mujeres
engañadas, lo soez del lenguaje de la libido, para ser más explícito: las
tetas, el culo, las braguetas y lo que tienen todos adentro. Parece querer
calentar al lector. Ni tiempo de eso tiene los pobres, si trabajan tanto que en
vez de cojer duermen. Lo quiero cerrar aquí, porque usted me gasta la paciencia.
Póngase en mi lugar, la gente no me respeta, gracias a sus cuentos. Aquí tiene
el dinero que le debo y justo me pica un huevo. Encima me trae mosquitos, por
vivir entre los yuyos.
El tipo está
furioso, es notable. Pero yo tengo mis artilugios, le muestro mis tetas nuevas,
giro en un pas de deux y aparece mi culo parado, ése no es nuevo, lo tengo de
nacimiento. Descubro mi cuerpo entero y ¿no va el tipo que se me lanza encima?
Aproveché para sacarle todo el dinero de los bolsillos.
—Usted es un
degenerado, se está aprovechando, abusando de mi género, que por suerte es
femenino, pero usted lo hace tan mal, eso es no servir para nada, no mi forma de
escribir.

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