miércoles, 11 de diciembre de 2019

OTRO AGUJERO EN BOLIVIA


   Gracias a una amenaza peligrosa, me creyeron la historia y se instalaron en Berazategui. Allí terminó lo de ellos y ahora empiezo yo, la casa tenía doscientos años y tantas habitaciones que me vi obligada a suprimir algunas. Por eso se fueron de inmediato los cacos, esa propiedad no la compraron con dinero bien habido y llamaba la atención por esos lujos superfluos.
   Me encantaba vestirme diferente a los demás. Favorecían mi altura las piernas largas y por eso me decían Marlene, llevaba mis manos enguantadas en cualquier estación del año. Al Banco iba caminando para lucir un conjunto de enaguas almidonadas, heredadas de mi Abuela y puntillas asomando de las rodillas a los pies. Usaba unos coturnos que hacían sentir al más alto, petiso.
   Los sombreros eran mi debilidad, los prefería de ala ancha y uno en especial que llevaba una copa con jaula, donde un ruiseñor me acompañaba a todas partes. Al lugar donde fuera, me hacían pasar primero, imaginando una Princesa venida de otro lugar. Tenía tanta ropa que ocupó las habitaciones clausuradas. Hablaba un francés coloquial que nadie dudaba que mi lugar de origen era Francia.
   Aparecieron fotos en instagram con los distintos vestuarios que habitualmente llevaba. Tuvieron repercusión. Las firmas que me contrataron se quedaban sin nada, el mismo día que empezaban las ventas.
   Mi fama desarrolló una imaginación que contradecía la moralina de los tiempos. Contraté modelos similares a mi estampa. Me permití un vestido con una teta enyesada y la otra al aire libre. Una pollera con un tajo al medio, que descubría la intimidad de una mujer con los pelitos trenzados.
   Otras llevaban un vestido funda ceñido, con un círculo abierto por detrás donde asomaba la raya, ése era mi diseño más sencillo. En la cena de la Embajada de Francia, lucí este último diseño, con cadenas de perro, a modo de collares, pero colgando en la espalda.
   Cuando el etílico pasó a la blanchett y luego a la heroína, hubo tres entusiasmados que se tomaron de mis cadenas y me arrastraron por todo el piso, incluyendo las escaleras.
   Es obvio que fue humillante, volví al amanecer y los cacos de Berazategui, ocuparon mi casona, con Evo Morales a la cabeza. Tenían mis colecciones puestas. Abrí la puerta del dormitorio y lo que vi me llevó al psicoanalista. Evo de espaldas sobre mi cama y encima la Perra Ladrona, que le metía una rama gruesa en el orto.  

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