Cuando Rita
perdió a su hermana, por un cáncer terminal, nunca pensó que su cuñado, los iba
a necesitar. Empezó el primer domingo, que lo invitaron a comer. Él mismo,
hacia el final, levantó la mesa cuando Aroldo se disponía a que Rita le
sirviera otro plato de ravioles. Él le arrancó la fuente, platos, cubiertos y
copas. Se puso a lavar dejando todo brillante.
—Disculpen mi
actitud, pero después del trabajo de Rita, creí oportuno dejar la fuente por la
mitad, para que tengan esta noche, si me invitan no me negaré.
Siguió limpiando
los aparadores, detrás de la cocina, le pasó betún a la mesada.
—Esto viene
después del detergente, queda olor a limpio similar a un piso lustrado. Les
aviso que mudé las cacerolas al aparador de arriba y los platos los metí en el
secador para tenerlos a mano. Falta el piso, que si tienen cera suiza, me
hacen un favor. Me alcanzan la enceradora y después haré una siesta en mi casa,
ahora me quedó la cama grande, sólo para mí, me desparramo y me envuelvo, ya no
tengo que compartir con tu hermana.
Los dos
pensábamos que él sufría su viudez, pero pasó al revés, parecía que disfrutaba.
De a poco fue despojando su casa, prescindiendo de cosas necesarias. El ropero
de los pulóveres de invierno, las sillas del comedor y vendió todo. Disfrutó la
venta, haciendo un viaje a Córdoba de cuatro días.
Regresó directo
a la casa de sus cuñados, llegar a una casa vacía lo hacía extrañar a su mujer.
—Estoy cansado, voy a dormir en el sillón del living, no es abuso, no doy más.
—Estoy cansado, voy a dormir en el sillón del living, no es abuso, no doy más.
Rita y Aroldo, como
todos los domingos, fueron al cementerio a llevar flores, para la hermana.
Volvieron caminando un trecho largo, hasta llegar a la casa.
Cuando Aroldo
entró al escritorio, su cuñado lo había transformado en living.
—Estos lugares
necesitan sol, por eso lo mudé.
La habitación de
ellos, la trasladó al tendedero cubierto.
—Esto tiene la
ventaja, que pueden lavar, secar y tender, sin levantarse de la cama. Sé que
ustedes no duermen siesta y estoy demolido, dormiré en la cama de ustedes. Cuando
despierte sigo. Faltan muchos detalles, pero soy de solucionar con rapidez.
Ellos se fueron
al Cine y vieron dos películas, no por gusto, sino porque a esa altura, tenían
ganas de matarlo.
—Pobre mi
hermana.-Decía Rita compungida.- Yo ni
sabía que un tipo tan silencioso, guardara esa personalidad de mierda, le
cortaría la cabeza.
Dijo Aroldo: —Yo
sigo por las pelotas y las manos, vos viste que podó todas las ramas del
aguaribay?
A media noche
regresaron, con la secreta esperanza de no encontrarlo. Había una luz prendida
en el jardín diezmado, no dejó ni un gajo de nada.
Lo vieron de
espaldas, en el sillón de mimbre, con traje y sombrero, mirando alguna
estrella. Rita y Aroldo se acercaron con la misma idea, matarlo. Llegaron al
sillón y no hubo necesidad. Él estaba muerto, con los ojos abiertos y media
sonrisa…
Aroldo le tocó
el hombro y el cuñado cayó al suelo, mirándolos a los dos, con los ojos
abiertos y media sonrisa, el sombrero rodaba y el viento se lo llevó.

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