Me siento tan
sola, como cuando era chica y estaba rodeada de nada, tuve que inventar a
Cuca.
Era buenísima,
hacía todo lo que le pidiera, viajábamos por el mundo, que para nosotras (es
decir para mí), eran China, India y Mar Del Plata.
Allí íbamos sin
valijas ni nada. Llegábamos a un palacio maravilloso, que quedaba debajo de la
mesa del comedor. Tomábamos el té y sobre todo charlábamos todo el tiempo.
Las despedidas
se producían, por los gritos de mi Madre. No había remedio, esas interrupciones
me parecieron los primeros pasos de lo que luego sería, “la dictadura de Mamá”.
Mientras leía el
diario y tomaba café, Papá comentaba: “Qué General se perdió la Nación”.

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