Desde que largué el cigarrillo aumenté treinta
kilos. Llegaba el verano y moría por ver el mar. En ninguna malla cabía, me
asomaba la panza, los rollos eran infinitos, hasta los cachetes me engordaron.
Salí de compras para encontrar una malla que tapara mi cuerpo de chancho. Gasté
la suela de mis zapatos, pero mi talle no existía. Miraba pasar las chicas, con
esos cuerpos perfectos y yo, que no soy envidiosa, las envidié. La panza
hundida, el culo parado y recordé cuando tuve la edad de ellas, pero los años
no tienen piedad.
Me acordé de un
cofre centenario, que fue de mi Madre y revolviendo encontré un traje de baño
negro, con piernas hasta la rodilla y una blusa acampanada, que cubría lo
impresentable de mi figura achanchada. Estaba la cofia, pero la descarté.
Andando por la
arena, bordeando el mar, parecía vestida, la malla se volaba y me metí a nadar.
Cuando salí, la malla quedó pegada y “el viento que despierta”, me la secó.
Había poca
gente, el único beneficio de los setenta, es que no te mira nadie. Subí los
médanos mirando el mar, encontré un milagro, mi primo Mariano.
—Estás hecha una
regia, esos kilitos de más, dan ganas de pellizcarlos.
Laura recordó,
cuando todos veraneaban en Quequén, una casa castillo, que al final se
derrumbó. Dejó de ser un lugar para volver. Mariano estaba con su malla
antigua, de musculosa blanca, bermudas que llegaban arriba de las rodillas y un
cinturón marinero.
Tenía el pelo
blanco, con el cutis tostado, quedaba bien, porque él sí conservó su figura de
atleta. Otrora me gustaba tanto, que no podía disimular.
—¿Qué te parece
Laurita si nos tomamos este whisky Ye Monks?, se lo robé a tu Padre, por suerte
no se dio cuenta y después murió.
Tomaron un trago
uno y otro trago el otro, hasta que vieron el mar confundido con la arena.
—Subamos este
médano y nos despedimos del sol.
Laurita, que
estuvo enamorada perdida de él, cuando rodaron en la arena, se les mezclaron
los cuerpos. Mariano le besó la boca y después siguió, Laura le recordó que eran
primos hermanos, y eso les estaba vedado, tener relaciones relacionadas.
—Pero si todos
se murieron y vos embarazada no quedarás, en cambio podemos hacer, todavía,
esas cosas del amor. Ahora somos adultos, no desperdiciemos estos momentos y
cerrá la boca.

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