martes, 17 de diciembre de 2019

EL VIENTO QUE DESPIERTA


   Desde que largué el cigarrillo aumenté treinta kilos. Llegaba el verano y moría por ver el mar. En ninguna malla cabía, me asomaba la panza, los rollos eran infinitos, hasta los cachetes me engordaron. Salí de compras para encontrar una malla que tapara mi cuerpo de chancho. Gasté la suela de mis zapatos, pero mi talle no existía. Miraba pasar las chicas, con esos cuerpos perfectos y yo, que no soy envidiosa, las envidié. La panza hundida, el culo parado y recordé cuando tuve la edad de ellas, pero los años no tienen piedad.
   Me acordé de un cofre centenario, que fue de mi Madre y revolviendo encontré un traje de baño negro, con piernas hasta la rodilla y una blusa acampanada, que cubría lo impresentable de mi figura achanchada. Estaba la cofia, pero la descarté.
   Andando por la arena, bordeando el mar, parecía vestida, la malla se volaba y me metí a nadar. Cuando salí, la malla quedó pegada y “el viento que despierta”, me la secó.
   Había poca gente, el único beneficio de los setenta, es que no te mira nadie. Subí los médanos mirando el mar, encontré un milagro, mi primo Mariano.
   —Estás hecha una regia, esos kilitos de más, dan ganas de pellizcarlos.
   Laura recordó, cuando todos veraneaban en Quequén, una casa castillo, que al final se derrumbó. Dejó de ser un lugar para volver. Mariano estaba con su malla antigua, de musculosa blanca, bermudas que llegaban arriba de las rodillas y un cinturón marinero.
   Tenía el pelo blanco, con el cutis tostado, quedaba bien, porque él sí conservó su figura de atleta. Otrora me gustaba tanto, que no podía disimular.
   —¿Qué te parece Laurita si nos tomamos este whisky Ye Monks?, se lo robé a tu Padre, por suerte no se dio cuenta y después murió.
   Tomaron un trago uno y otro trago el otro, hasta que vieron el mar confundido con la arena.
   —Subamos este médano y nos despedimos del sol.
   Laurita, que estuvo enamorada perdida de él, cuando rodaron en la arena, se les mezclaron los cuerpos. Mariano le besó la boca y después siguió, Laura le recordó que eran primos hermanos, y eso les estaba vedado, tener relaciones relacionadas.
   —Pero si todos se murieron y vos embarazada no quedarás, en cambio podemos hacer, todavía, esas cosas del amor. Ahora somos adultos, no desperdiciemos estos momentos y cerrá la boca.

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