Le dijeron que eligiera o el Convento, o la Correccional de Menores. Cuando era chica, lo miraba de afuera y le parecía un castillo, lleno de Hermanas, con sombreros blancos. Así se vivía en los Conventos, parecidos a castillos.
Aylén lo pensó inquieta, había una tercera posibilidad, era escapar. Ésa la descartó, si la encontraban, el castigo se duplicaba. Entró con una compañera y amiga al “Convento de los Ángeles Eternos”.
—Mirá los pisos, Aylen, brilla tanto que se nos ven los calzones.
—A ver quiénes son las nuevas, pasen a la Sacristía, que allí les pregunto, es el protocolo. ¿Cómo es tu nombre?
—Mi nombre es Aylén Parda.
Puff, me va a preguntar por mi Madre, que ejercía “La profesión más vieja del mundo”. Ella lo decía así y a mí me parecía una especie de sabia titular. Si pregunta por mi Padre, no queda otra, era un ladrón muy jugado, que murió de un balazo en la frente.
Por suerte esas cosas no se hablaron.
—¿Y vos cómo te llamás?
—Bony Rebol y soy inocente, pero el Juez, me encontró culpable, no sé ni de qué. Necesitaban alguien como yo, vivía en la calle y nadie me iba a reclamar, chau, a la jaula.
Sor María de la Cruz, era la mandatutti y le decíamos “Sorete”. Para ganarnos el desayuno, nos hacían levantar a las cinco y limpiar una galería de 40 metros de largo, por 10 de ancho. La dejábamos sin mácula, para ligar alguna factura.
Terminada la tarea, nos daban mate cocido frio, sin colar y un cacho de pan duro. Luego con mangueras nos mojaban, con agua fría y vestidas, después nos leían la Biblia durante dos horas, y tres horas de Santo Tomás el Equino, donde ni las Hermanas entendían una jota.
—Bony, a mí me parece que estas mojigatas nos tienen esclavizadas, hay que pensar algo, porque estamos cada día más flacas y no tenemos fuerzas.
Ese mismo día, cuando llegaron al final de la galería, tiraron los trapetones y escaparon hasta la Ruta. Se vistieron de Hermanas, con rosarios y misales. Mucha gente se detenía preguntando si querían que las llevaran.
—Muchas gracias por su gentileza, hace días hicimos una promesa de ayuno por un mes, pero estamos extenuadas, si tuvieran alguna cosilla para darnos de comer.
Les daban dinero y les indicaban los lugares, para conseguir alimentos.
—Que Dios los tenga en la Gloria y no los vaya a largar.
La gente se iba contenta, por ser mejores personas, con las dulces Hermanas.
Cuando las levantó un Mercedes Benz, Bony Rebol sacó un revólver de entre sus hábitos y le apuntó.
—Deme toda la guita y no se resista, si nos denuncia, las dos contestaremos que nos violó. Siga nomás y no mire.
Seguimos haciendo dedo y un buen dinero ocupaba nuestros hábitos y hacía creer que Dios existía. Teníamos los ojos delirados de espejismos y no vimos que nuestra próxima víctima, era un móvil policial. Nos metieron en el mismo lugar, la Correccional.
—Pensalo, Aylén, aquí hay piso de cemento, nadie nos hará lustrar, ni aprender la Biblia de memoria. Además esta Correccional de Menores es mixta. Le eché el ojo a dos tipos, nos junaban con hambre de mujeres, será de Dios que hagan uso, de todo lo que tenemos.

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