Mi Marido fue
por dos días a Sierra de la Ventana. Yo me quedé sola, justo cuando empezó la
cuarentena. Tenía pensado ir a lo de mi Novio, que nos vemos un tiempo acotado
en horas libres de la empresa. Nos quedábamos con ganas de más. Soy hereje, lo
llamé y me preguntó si estaba loca: —Hay toque de queda, te dicen todo el
tiempo que no salgas de tu casa, es el único modo de no contagiarse. Así que
desde ya, olvidate. Cuando todo pase nos matamos haciendo el amor, claro.
Dediqué mi
tiempo a lavar ropa atrasada, mirar películas. Hablar con mis amigas por
teléfono, ¿“mis”, dije?, no, tengo una sola. Y me cuenta de sus hijos, lo que
menos me importa de su precaria felicidad, debiera existir el divorcio de común
acuerdo, en una amistad.
Me regalaron un
consolador acuático. No sé cómo está hecho pero me irrita. Empecé a usar mis
manos, pero no vas a comparar, era un cuento de nunca acabar. Volví a llamar a
mi Novio: —Hola Bichi, ¿no me podrás decir porquerías, así me caliento y que el
orgasmo me llegue al techo?
Se escuchaban
voces de niños y la bruja de su mujer.
—Mirá, es el
momento menos indicado, estoy con gente.
De bronca le
corté en la oreja. Cambié de rubro, hice una limpieza exhaustiva, con
desinfectante, hasta el último rincón de la casa, cosí botones, me corté las
uñas de los pies. Fui al Super con barbijo y guantes, lo encontré a mi Novio,
esa noche me llamaría.
Le dije que no,
mis órganos genitales estaban escariados por el abuso, además esperaba por What´s Up, hablar
con mi Marido.
Se conectó, le vi
la cara y sentí un aburrimiento morboso. Atrás veía una mina que le pasaba
escasa de ropas y le hacía cosquillas, el descaro de ambos me decidió a tomarme unas cuantas pastillas y
dormir una siesta, equivalente a una noche.

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