domingo, 12 de abril de 2020

DE UNA VIDA MUCHAS VIDAS


   Yo iba al Taller de Teatro, él iba en el siguiente turno, era de baja estatura, tenía ojos celestes, a mí me gustaban más los anteojos que sus ojos.
   Una chica me dijo que él gustaba de mí. A mí no me ocurría igual, por sus manos mullidas con dedos cortos, me gustan los dedos largos, como de sacerdote o Poeta y que me acariciaran la cabeza, hacían cosquillas  que lograba llegar al estado alfa.
   Mi Vieja, cuando me peinaba, hacía doler y me quedaba en estado feroz indignada. Ella no me quería, ni se molestaba en disimular.
   —Me da tirria, nunca la pude aceptar.-Le contaba a mi Tía-.
   Me hizo un favor, aprendí el mundo yo solita y decidí vivir con un novio de dedos largos y ojos color roble.
   Él me enseñó todo de nuevo, como si fuera recién nacida. Y gracias a mi Madre, que me robó todos los sueños, aprendí a soñar con lo que hacía. Yo admiraba sus inventos y él aplaudía mis diseños. Cojía muy bien, el mejor de todos los que conocí.
   Cuando lo dijo de una vez: —Una mujer se enamoró de mí.
   Pensé claro, si él es para enamorarse. Y yo le dije que también. 
   —Me parece que no entendiste.
    Como si a una marioneta le hubieran cortado los hilos, así sentí los latigazos dentro de mí.
   Hice algo que no sé, estaba en la cama de un Hospital, sentí que mi Madre me tocaba la frente y controlaba el goteo del suero. Después me daba de comer.
   Cuando me dieron el alta me llevó a recorrer el mundo y en París conocí a un chico de baja estatura, de manos mullidas y dedos cortos, usaba anteojos, pero a mí lo que más me gustó, fueron sus ojos celestes.

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