Toma el tenedor
bien de abajo, con un dedo apretando la sección de los dientes, se lleva un
pedazo tan grande que apenas mastica y lo traga todo entero. Se puede ver su
bolo alimenticio pasando por la garganta y un montículo que lo hace estornudar
para adentro. Toma medio vaso de vino para empujar. Sentía ganas de clavarle mi
cuchillo en la garganta, pero estaba toda su familia, que comían como él.
Hice un
comentario desplazado, sin agresión.
—A Uds no les
enseñaron a comer como se debe, me impresiona. Cuando terminan le pasan pedacitos de pan,
hasta dejar los platos blancos, tienen una ventaja, no hay necesidad de
lavarlos. Lo que dije fue una broma.
Sentí el brazo
de él apretando mi brazo y sacándome en vilo de la silla. Mis sobrinas, que las
quiero como hijas, manejan los cubiertos con toda corrección, no levantan los
codos y al terminar los apoyan cuatro y veinte. Aprendieron en la Escuela
Británica, donde almuerzan todos los días menos el domingo.
La bestia me
tiró en un sillón, las voces de las chicas tapaban lo que me decía.
—¿Vos qué te
pensás? Yo te saqué del barro, tu distinguido Padre, quebró y te obligó a
casarte conmigo. Nosotros somos ricos, hicimos nuestra fortuna laburando para
cualquier gobierno de turno. Tu Viejo, sienta sus asentaderas y se sirve el té
en vasos de whisky para aparentar. Yo le tengo que prestar guita y te usa a vos
como emisaria. Ponen los dos cara de póker y después conversan en francés, ahí
dejo de existir. Nunca nos invitan a su casa y sé bien cuál es la razón. No
tienen sillas, ni vajilla, ni mantel.

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