miércoles, 8 de abril de 2020

MENTIRAS SATURADAS


   Los días eran templados, se andaba de manga corta y algún chaleco en la mochila. Era mi última posibilidad de pagar aquel impuesto en un lugar que lo aceptaba. La cola daba vuelta a la manzana y era la última cuando bajaron las persianas.
   Concurrí al día siguiente, madrugué para ser la primera en llegar, fui tercera, pero tuve que esperar que lo abrieran. Hacía un frío omnipotente y llegó sin avisar, escuchando una conversación domesticada que me hacía trepar el viento en la espalda y en el pecho.
   Pasar por ese martirio para pagar a este Gobierno de mierda que decidió que el corona virus termina a fin de mes. “No se puede vivir sin trabajar, el lunes que viene hay que concurrir y empezar”. Se llama Alberto, pero todos le decimos Aborto. Cómo van a pasar alarmas que te dejan sordo y unos autos con altoparlantes del tiempo de Tata y Mama, que no se entienden nada, mandan no salir de la casa y amenazan. A este país le encanta amenazar.
   —Y bueno, Señora, tenemos que cuidarnos.
   Le dije que tratara de explicar dónde conseguir las máscaras, el alcohol gel y los guantes quirúrgicos. Me contesta el estúpido argento:
   —Por eso es irresponsable la gente que no responde a lo elemental que están pidiendo.
   Las Farmacias permanecen cerradas y las abiertas no tienen nada de lo que necesitamos. El tipo que hablaba me lloviznaba saliva, tenía las manos mugrientas y las uñas más negras que el carbón. Pero están todos contentos, porque el lunes se termina, la imbecilidad es un virus que se expande más rápido que cualquier peste sin solución. Como éste que te bombardea con argumentos pelotudos y contradictorios.
   No hay que ser inteligente para darse cuenta que nos quieren llevar al muere.
   Tengo una diatriba que descargo con Aborto, quiere llenar sus valijas, a costa de nuestras vidas, porque es un flor de hijo de puta, igual a los que no nos dan nada más que el encierro. ¿Por qué no se van todos a la mierda?, manga de degenerados y la concha de su Madre, no me equivoco, a éstos los parieron por el orto. Por eso llegó el invierno, para matarnos de frío y hacerse cómplice de éstos…de aquellos…de los otros.

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