jueves, 23 de abril de 2020

DULCECITO


   —Má, ¿por qué no puedo visitar al Abuelo?
   —Por las mismas razones que estamos encerrados, es como una guerra y no le encuentran la solución.
   —La Srta nos contó una vez, la Guerra de los Cien Años, ¿con esto qué pasa, durará cien días y dicen que se prolongaría?, ¿podría llegar a cien años?
   Y si es así, como él premoniza, ni él ni yo vamos a estar.
   —¿Por qué se te puso cara de vieja? Antes me preguntaban si vos eras mi hermana. Ahora, si pudiera hablar con alguien, dirían que sos mi Abuela. Má, ¿por qué llorás? A mí me encantaría tener una Abuela como vos.
   —Mirá las cosas que imaginás, sos un pendejo de mierda. Encima que invento juegos, que no tengo ganas de jugar, qué hijito tan ingrato.
   —Má, bajá un cambio, cómo me vas a decir que soy un pendejo de mierda. Te equivocaste. ¡Ja! Soy un niño chico y encantador. Ahora, si en estos días me vas a decir malas palabras, yo tengo un montón para contestarte, las aprendí de Pá. Antes de tomarse el buque, te insultaba. Algunas de las malas palabras, no sé qué quieren decir. Pero vos, que sos casi como mi Abuela, me podés enseñar. Tenemos tantos días por delante, podemos jugar a que nos odiamos y tirarnos con almohadones, corchos, alguna tacita rajada. Estos ejemplos los practicaba Pá con vos. Má, no me llores, dame un abrazo y crucemos a la plaza, sin bozal, de la mano, total que se vayan todos a la mierda. Les podemos agregar: “¡Inútiles!”, como nos decía la Srta a nosotros.

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