Después de su regreso de España, Austria, Hungría, Polonia, Rumania, era divertido escucharlo. Países tranquilos, aunque existan robos, agresiones, saben salir de las situaciones, desde la cabeza, se dejan vivir. Silvia me pellizcó finito: —Tenemos que ir, no quiero seguir regalando lo que gano a este país, que como dijo Eddy, no nos conocen, pero saben lo que estamos sufriendo.
—Después
hablamos, ahora quiero escuchar.
—Austria es un
lugar tranquilo, lo elegiría para vivir.
Lo decía con voz
apagada, los amigos viajábamos con él en sus descripciones. Algunos tenían
envidia y a todos les parecía justo el resarcimiento. Eddy fue torturado
durante la Dictadura Militar, hay cosas para olvidar y poder permanecer en la
vida. A medida que entraba la madrugada dijo que le dio bronca tener que
volver, llegó a Buenos Aires y tomó otro vuelo para la Patagonia, donde su
mejor amigo, de gracias y desgracias, había decidido vivir.
—Nos reímos
mucho, cuando un tipo de a caballo, le dijo que tenía que tramitar cambio de
domicilio “¿Qué cambio si vivo arriba de un médano? Y de aquí no me muevo, vaya
y dígale a sus chorros dirigentes que los médanos están rodeados de otros
médanos. Mi mujer y yo vivimos en esa casita hecha con todo material reciclado,
andamos el día entero en pelotas y si hay sol nos metemos en el mar, no sin
antes untarnos con grasa de foca. El único ser viviente que nos visita es un
indio que dejaron de muestra y nos trae quesos y verduras, sabe melodías
extrañas, que cuentan el paisaje sin nadie. El interior de nuestra casa está
forrado con piel de oveja pampeana. No tiene ventanas, sólo un buraco redondo
que da al mar.”
—Sabés, Eddy? Tu
viaje me encantó, pero antes que vuelvas al ovillo de Satanás, alias Buenos
Aires, quédate unos días, sos un bacán, tenés un traje de neo prene!… Después
volvete a Austria, queda en Australia, ¿no?