Si en un sillón
circular se está arreglando el mundo, siempre hay uno que se tira un pedo, sin
querer, se le cayó, lo hizo a propósito, no asume su culpabilidad. Entonces
todos dudarán de todos, menos él, que fue un hipócrita, corriendo a abrir las
ventanas. Cuando vuelve restriega sus manos.
—Lindo tomar algo de fresco, además de los
jueves, nos podríamos ver acá, otros días.
Nos miramos con
más confianza, de pronto nos trajo el recuerdo que alguno se desgració, con
cara de yo no fui, fue él, o aquel, o todos.
Algún pedo
tenemos todos en nuestro haber pasado, en el presente nadie puede contener a
nadie, así es de ingrata la vejez, se escapa todo, los recuerdos inclusive.
—Vos te quedaste
con mis Hauser I, II, y III. Hace veinte años, devolvelos, ya es tiempo.
El tipo
permanece impertérrito, es sordo. Me olvidé, a él no le gusta usar el aparato,
de coqueto nomás.
La casa de las
reuniones es la del sillón circular. Anoche, el dueño, hizo una carbonada
patriótica. Cuando llegamos, nos puso una banderita a todos. Después nos obligó
a jugar al gran bonete. Entró un pájaro, nos recorrió y se posó en su hombro.
—Viene todas las
noches, me caga todo, pero como estoy al pedo, no es ninguna molestia.
Terminamos la carbonada, se pueden ir, vamos, vamos, vayan.
Quería que nos
fuéramos, se avecinaba un pedo que requería la libertad de la soledad.
La estridencia se escuchó desde la ruta.
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