miércoles, 10 de julio de 2024

EL HUMO NECESARIO

   Ema no quería volver a la soledad, pero ellas en realidad, le ofrecían más soledad. Optó por no visitarlas ni recibirlas. Encontró salir sola de noche. Comía mirando sin ver y se metía en un bar a escuchar jazz de los sesenta, quería dejar, pero eran su compañía.

   Prender uno, tener el humo en la garganta y sacarlo a los rajes o lento, como uno quiera. Es el pucho de uno, Ema no imaginaba alguien tan cercano. Hay tantas cosas del corazón que sólo él expresa. Proyecta y le sale mejor con él. Y es así, el tabaco es una droga. Tanto que a veces no sabés ni para qué estás prendiendo este y con la otra mano apretás el paquete, para ver cuántos te quedan. Había momentos en que Ema tenía un pucho prendido en cada tablero, era su respiración el humo. Si se terminaban y el lugar para comprar era lejos, se quedaba sin aire y hasta que no aparecía un pucho sus pulmones dejaban su función.

   Ema vivió ochenta y seis años y sus últimas palabras fueron:

   —Ché, alcanzame un pucho prendido, rápido.

   Le dio una pitada terminal. Así era Ema, leal a quien nunca la traicionó. 

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