Le contó mirándolo a los ojos, el padre tenía la misma adicción. No por protección, sí por dinero. Le dio algo de lo comprado para él. Transcurriendo las semanas, que fueron meses, el padre y el hijo compartieron aquel desmán que tuvo tanta popularidad. Un día él pidió y el padre dijo no, no escuchó más, el viejo, además era puto y se enteró todo junto. El viejo en una granja y la visita de él con una papela.
Pudo salir, llegó caminando a su casa, abrió las puertas
y miró hacia arriba, de la viga más alta, colgaba. Quiso gritar cuando vio,
pero antes una espina invisible le trabó todas las arterias. Cayó a sus pies.
Una señora gorda los tapó con sábanas blancas.
Cuando llegó la policía, los cuerpos del padre y el hijo
no estaban. Las sábanas sí. Nadie supo decir.
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