—Ud a qué altura lo quería?
Pensó…y a la
altura de las circunstancias.
—Muy corto no.
Van a decir que fui a la Peluquería antes que sucediera.
—Se lo dejo bien
largo, estilo pendeja.
Dejé hacer, por
no moverme del lugar, hay quienes encuentran aciertos, que uno guarda en
cajoncitos. Lo quise un tiempo, enfermó y alivié sus dolores. Luego pidió no
verme más. Dibujé mi sombra por si quería hablar con alguien. Nadie me dijo
nada. El Director de la Clínica sintió piedad o algo, lo visitaba con
frecuencia y le tomaba las manos.
—Yo soñé que mi
padre estaba aquí conmigo, ella también y me pensaba tanto que dibujó su
sombra. Le tiraba besos con mis ojos y acariciaba la memoria de su amor
desprolijo, de tirana.
En medio de la
noche apareció descalza, con sus cajoncitos, no quise saber el contenido, pero
mirarlos me daba la poca vida que me quedaba.
—¿Eligió a qué
altura su corte?
Ella se miró en
ningún espejo y contestó:
—Afeitame la
cabeza.
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