viernes, 26 de julio de 2024

TRABA ARTESANAL

   Van los huerfanitos al mismo paso, desde que están solos compran en la esquina de un Almacén sobreviviente. Permiten llevar libreta, donde anotan la deuda. Se quedaron en un tiempo, donde desconocen las tarjetas. Compran 50 gramos de salame Milán y 60 gramos de queso de máquina. Los dos contemplan fascinados cómo la Gorda del Almacén cortaba con ese cuchillo giratorio que va y viene. Una vez fueron a quejarse porque el fiambre tenía gusanitos, el Almacén estaba lleno. La Gorda los acusó de mentirosos, por los clientes.

   Los huerfanitos volvieron a la semana, con la libreta y el dinero correspondiente. Llevaron lo mismo, salame Milán y queso. La máquina estaba tan limpia que parecía nueva y la Gorda los miraba socarrona, mientras la cuchilla iba y venía. Caminaron curiosos y rápido, usaron el papel de estraza, de mantel y se sintieron heroicos, nada tenía gusanos. Venía con un pancito criollo de regalo. Fueron a los tres días, el Viejo pintaba un cartel con letra fileteada, tipo Martiniano Arce, decía: “No se fía”. Los vio por el espejo.

   —Uds se van ya, al que no pagó no se le vende.

   Los huérfanos lo miraron feo:

   —Le pagamos a la Señorita Gorda, que debe ser su hija.

   El Viejo la llamó:

   —Diga la verdá, porque hay testigos y la libreta dice ¿Ud se quedó con el dinero de los chicos?

   La Gorda se tragó el sapo:

   —¿Papá, me está acusando de ladrona?, la libreta es trucha, se lo juro por Dios, que me caiga muerta.

   Ellos miraron al Padre y a la Gorda, se retiraron con un “Buenas Tardes” educado. Al día siguiente volvieron, la Gorda estaba en otro mundo, se había enamorado. Pidieron:

   —Lo de siempre, 50 y 60.

   La Gorda cortaba mirando por la tele al actor que la había enamorado. La manivela iba y venía, la cuchilla, no se sabe cómo, le cortó un dedo de ida y otro de vuelta. Los huerfanitos llamaron al Padre. El Viejo juntó del piso los dedos de la Gorda.

   Subieron en la misma camioneta que después volvieron.

   —Un cliente me lo dijo, si hacés a tiempo los dedos te los pegan en la Sala de Emergencia, no necesitan coserlos.

   Los huérfanos salieron contentos, se reían de la vida y cómo todo lo que iba, volvía. Con el agregado adicional, de dos pancitos criollos. 

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