Frecuentaba
nuestra casa para charlar con Mamá, se perdía en sus cuentos largos con un
final feliz. A mí siempre me parecieron tontos, muy diferente a mi Abuela, que
me tenía suspendida y cuando mis ojos se cerraban, ella me largaba en un bosque
transparente donde los malos nunca habitaron. Excelente narradora, mi Abuela.
Mi Madre, cuando contaba, trataba de seducir.
Cecilio Cantoro,
amigo de la familia, no iba a ningún colegio, no soportaba estudiar. Cuando se
puso liero, los padres le permitieron que hiciera lo que quisiera. Él venía a
casa, yo atendía el timbre con alegría, él miraba por sobre mi cabeza, a ver si
estaba Mamá. Ella lo llamaba, quebrando la muñeca, haciéndose la pendeja y
diciendo:
—Pasá, querido,
pasá, ya sabía que eras vos.
Un día dejé la
puerta entreabierta y un balde con agua helada, arriba del entornado. ¡Bingo!,
empujó haciéndose el langa, Mamá no estaba, él no sabía.
—Uy, qué feo!
Cómo quedaste, debió haber sido mi hermanito. Acá tengo un tohallón, dejá que
yo te seco de una.
Y le sequé el
pecho, la espalda y cuando llegué a la cabeza, lo puse bien cerca de mi cara,
por vez primera miró mis ojos, se notó que le gustaron.
—Si no es
demasiado pedir, me pongo al lado del fogón y si fueras tan amable, secá mis
piernas que tiemblan.
Le traje
calzones, medias, remera y pantalón, de mi Viejo.
—Ahora te dejo
solo, ponete esta ropa que es de tu talle y dame lo mojado, lo paso por secador
—se sintió como inhibido.
—Cierro todo y
te cambiás, después te traigo un té de floripondio, que entibia hasta el
pensamiento.
Me fui con sus
“muchas gracias”, multiplicadas por tres.
Lo tomamos con
tragos cortos y muy de a poco, despegamos del sillón, caminamos por el techo,
llegamos al dormitorio y levitamos haciendo mis sueños ciertos. Escuchamos un
sonido de llaves, que parecieron campanas.
—¡Nunca pensé
que mi hija fuera capaz de estas cosas! Y vos, Cecilio Cantoro, no regreses a
esta casa.
Me sacó de mi
trance, una cama tan cómoda y que por fin se me daba.
—Ni bien vuelva
tu Padre, preparate.
A su porte de
gallina alzada le contesté:
—Cecilio me contó lo que yo me imaginaba, así que cuando venga Papi, vos también preparate.
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