lunes, 8 de julio de 2024

PREPÁRENSE

   Frecuentaba nuestra casa para charlar con Mamá, se perdía en sus cuentos largos con un final feliz. A mí siempre me parecieron tontos, muy diferente a mi Abuela, que me tenía suspendida y cuando mis ojos se cerraban, ella me largaba en un bosque transparente donde los malos nunca habitaron. Excelente narradora, mi Abuela. Mi Madre, cuando contaba, trataba de seducir.

   Cecilio Cantoro, amigo de la familia, no iba a ningún colegio, no soportaba estudiar. Cuando se puso liero, los padres le permitieron que hiciera lo que quisiera. Él venía a casa, yo atendía el timbre con alegría, él miraba por sobre mi cabeza, a ver si estaba Mamá. Ella lo llamaba, quebrando la muñeca, haciéndose la pendeja y diciendo:

   —Pasá, querido, pasá, ya sabía que eras vos.

   Un día dejé la puerta entreabierta y un balde con agua helada, arriba del entornado. ¡Bingo!, empujó haciéndose el langa, Mamá no estaba, él no sabía.

   —Uy, qué feo! Cómo quedaste, debió haber sido mi hermanito. Acá tengo un tohallón, dejá que yo te seco de una.

   Y le sequé el pecho, la espalda y cuando llegué a la cabeza, lo puse bien cerca de mi cara, por vez primera miró mis ojos, se notó que le gustaron.

   —Si no es demasiado pedir, me pongo al lado del fogón y si fueras tan amable, secá mis piernas que tiemblan.

   Le traje calzones, medias, remera y pantalón, de mi Viejo.

   —Ahora te dejo solo, ponete esta ropa que es de tu talle y dame lo mojado, lo paso por secador —se sintió como inhibido.

   —Cierro todo y te cambiás, después te traigo un té de floripondio, que entibia hasta el pensamiento.

   Me fui con sus “muchas gracias”, multiplicadas por tres.

   Lo tomamos con tragos cortos y muy de a poco, despegamos del sillón, caminamos por el techo, llegamos al dormitorio y levitamos haciendo mis sueños ciertos. Escuchamos un sonido de llaves, que parecieron campanas.

   —¡Nunca pensé que mi hija fuera capaz de estas cosas! Y vos, Cecilio Cantoro, no regreses a esta casa.

   Me sacó de mi trance, una cama tan cómoda y que por fin se me daba.

   —Ni bien vuelva tu Padre, preparate.

   A su porte de gallina alzada le contesté:

   —Cecilio me contó lo que yo me imaginaba, así que cuando venga Papi, vos también preparate. 

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