Gabriel andaba de país en país y no encontraba en Latinoamérica nada que se pareciera a Estambul. Allá era un lugar bisiesto, dormían dos veces la siesta. En Guatemala, Perú o Costa Rica, los habitantes trabajaban todo el día de algo o no trabajaban nada.
Él no era un
improvisado, se recorrió el mundo a pie, en avión o en balsa. Se casó muchas
veces, con mujeres que lo engañaron, sobre todo una de ellas, era una mujer tan
perfecta que andaba en la oscuridad buscando amantes de otras casas, que le
hicieran el amor, siempre distinto. Para ella, eso era recorrer el mundo. A
Gabriel lo quería para los fines de semana, que todos jugaban a la familia
ejemplar y no tenían un ratito, para reparar en ella.
Era frígida con
Gabriel, pero le daba fiebre uterina con cualquiera que se entregara. Un día su
marido descubrió la retorcida trama de mujer enferma, que saciaba su sed de
venganza, con plebeyos ignorantes, si eran Ministros, mejor. Cuando Gabriel la
encontró tirada en una escalera, durmiendo la borrachera de la noche anterior,
hasta que se abrió el mercado, se sintió tan humillado que le pagó a un
Carnicero, para hacer carne picada. El Carnicero, que no era ningún boludo, se
la vendió a un argentino de altas esferas, para que hicieran empanadas el día
de su Independencia.
Finalmente, por
un ojo que se encontró dentro de una piedra color verde esmeralda, igualito al
de la mujer de Gabriel. Se lo llevaron preso sin Juicio ni aviso. Los
encargados de manejar sus bienes, le compraron una isla tropical, que en vez de
rejas, tenía palmeras vivas y cocoteros. Gabriel se refugió en un mangrullo de
lenga, a prueba de agua. Sólo pensar en mujeres, le daba ganas de vomitar. Se
llevó un escritorio, con todo tipo de accesorios, papeles, carpetas, biromes y
una compu donde subía sus cuentos a un blog. Escribió varias novelas, le dieron
el premio Nobel y en Suecia lamentaron su ausencia. En nombre de él fue el
Carnicero, le permitieron hablar por la Radio. Primero puteó a todo el mundo,
luego pasaron un video donde agarrándose las bolas dijo:
—Ésta, que voy a
aceptar ese premio que se lo dan a cualquiera.
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