Estúpida como ésta nunca conocí. Fuimos a la playa, la pasé a buscar, estaba desnuda. Mientras caminábamos me contó que se había comprado una malla hoy a la mañana, pero cuando la quiso pagar, no le aceptaron la tarjeta.
Busqué un médano
escondido. Comenzaron a pasar tipos todo el tiempo y la saludaban:
—¿Cómo va,
Rosita?, nos tenemos que ver, así como estás, estás bien.
Después otro:
—No me puedo
olvidar las cosas que me hiciste ayer, en cuanto termines, llamá.
¿No me di cuenta
que la mina era un yiro? Y así nos metimos en el mar. Preguntaba:
—¿No me podés
atar los breteles? ¡Uy!, me parece que aquella ola se llevó mi parte de abajo.
¿No me la podrás ir a buscar?
Nadé con el mar
tirando para adentro. Busqué todo lo que pude, comencé a nadar oblicuo, sé que
la geometría del espacio es como la del mar. Usé mis conocimientos en busca de
aquel pedazo de nada, lo di por desaparecido y volví a la playa.
Busqué mis
bermudas y no los encontré, me los robó aquella mina, junto con mi billetera,
la llave del auto, el auto que no estaba estacionado donde lo dejé. Me sentí
tan boludo, pero tan, tan, boludo, que al final me convencí. Soy un boludo.
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