Tiene buena prensa. Hace siglos que no voy al cine. Saco la entrada, pulso un botón, como en un cajero automático. Debo pulsar otro botón para fila y número de butaca, elijo Fila 10 Butaca 12.
Piso un felpudo
de acero, se abren las puertas, no hay Acomodador, en su reemplazo una luz
cenital señala fila y butaca. Se apaga la luz, comienza la película, paso por
alto el lenguaje contracturado, los actores generan acciones absurdas, algo voy
entendiendo, allí no existe ni el amor ni el odio, no hay guerra ni hay paz.
Los actores hablan en diferentes direcciones, no se miran entre sí. Es mucho
esfuerzo para mi cobertura intelectual. Recuesto la cabeza en la butaca
articulada y duermo. Cuando despierto miro la pantalla y dice “Te En”, me perdí
el final.
Me levanto con
la dificultad ósea de los años. Buscando la salida, una cinta metálica me
traslada. No hay nadie, fui única espectadora. Quise volver a casa, flechas
indicaban otra mole parecida a otro cajero automático. En la calle no había
personas ni autos. Por intuición pulsé el botón rojo de la mole. Provino una
aerosilla, tomo asiento y un plano de la Ciudad, con un puntero automático,
dibuja el signo de apertura de pregunta, señalé mi casa, no sentí ningún
movimiento, tuvo la velocidad de la luz, el costo estaba implícito en la
entrada, junto con fila y butaca. La casa, casi oculta, entre infinitos tubos
de metal, que carecían de puertas y ventanas. No se escuchaban pájaros y los
árboles no tenían existencia.
Entré apurada a
la cocina, respiré. Por fin algo humano. Olvidé en qué día estaba, miré el
almanaque, decía 24 de Septiembre del
2.099.
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