Escribí un cuento sobre el Ángelus de Millet, tan triste que a mí que fui autora ideológica, me dio angustia. Había tormenta de vientos importantes y lluvias con ganas de seguir lloviendo. La imaginación es el combustible para empezar un cuento.
Estaban las dos
hermanas enfrentadas, cuando terminaron de ver dos películas consecutivas.
—Clara, ¿sabías
que Papá no tenía para mandarnos a la escuela a las dos? Te eligió a vos porque
con una sonrisa sin palabras nos criaste, hacías la comida, armabas barriletes
y entre todos nos divertíamos con el teatro de sombras, donde cada uno de
nosotros hacía su personaje por las noches. Durante la infancia cuando uno es
feliz, es feliz todo el tiempo. Cuando apareció Pietro, el Señor de las veinte
parcelas, así le decían, te hizo la corte cortita, para que fueras a vivir con
él. Vos sola, Clara, decidiste. Papá fue el primero en enterarse, su mayor
dolor fue que dejaras la escuela. Consideraba a Pietro un stronzo. Te dejaba
sola unas horas, un día y luego fueron meses.
—Celia, eso,
pertenece a la prehistoria. Cuando murió Papá todos Uds se instalaron en la
casa de Pietro, había desaparecido y a nadie se le ocurrió buscarlo ni hacer
denuncia, yo la primera. El estúpido me pegaba, arrojaba objetos filosos y los
amenazaba a todos Uds.
Papá inventó una
especie de medio silo para moler semillas. Pietro, con dos botellas de Whisky,
tomadas al hilo, subió la escalerita con la máquina funcionando. Carne macerada,
las semillas molidas tenían un tinte rosado. Vino fenómeno para enriquecer la
tierra…
A Celia le dio
un paro cardíaco. Clara prendió el televisor y vio la película que quiso sin
consultar con la finada.
Cuando terminó,
arrastró el cuerpo de Celia, abrió la puerta del sótano y la deslizó dentro,
junto a los restos de sus otros hermanos. Echó lo último de cal viva que
todavía quedaba.
Cerró la puerta
del sótano, cubrió el piso con la alfombra. Se recostó en el sillón y se tapó
con un poncho. Antes vio las luces de un auto, tomó los prismáticos, conducía
alguien solo. Preparó la escopeta, pensó que el sótano le estaba quedando
chico.
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