—Mire Sartrita, ya van como veinte sesiones dedicadas a su hijito. De usted, quiero que me hable, qué quiere de la vida, cuáles son sus deseos, qué le gustaría hacer…
—Ante todo, Dr
Embroyo, mi nombre es Sarita, no Sartrita.
—Por favor, sepa
disculpar, se me produjo una mezcla entre su nombre y Sartre.
—¿Qué tiene que
ver Sartre conmigo?
—No sé, me
acuerdo que escribió La náusea y usted, a veces, me da… Bueno mija quiero
ayudarla.
—Yo de la vida quiero que mi hijo me quiera y
más ahora que tiene un buen puesto, es asesor de la estúpida, perdón Embroyo,
fue un fallido, de la Presidrenta quise decir, deseo que me consiga veinte
jubilaciones de privilegio. Me gustaría un viaje por el Egeo, haría lo que
fuera por él, si quiere que porte heroína, yo me prendo.
—Cálmese
Sartrita, bueno Sarita. Seguimos en lo mismo, su vida empieza y termina en su
hijo.
—Se equivoca,
Embroyo, yo quiero mis jubilaciones y viajar al Egeo, con heroína si es
posible. No hablo de mi hijo, hablo de mí.
—Bien, bueno,
bueno, pero no podrá negar que la proveniencia de lo que pide atañe a su hijo.
—Parí un
monstruo, Embroyo, no me llama, si llamo yo hace decir que no está. De todo lo
que afana, perdón un lapsus, de todo lo que afanosamente gana, que es un
montón, se lo aseguro, no me da nada. ¿Entiende lo que le digo, Embroyo?
—Mi querida, la
entiendo, hay cientos de personas en su situación. Pero debe usted ser algo
objetiva, su hijo es un hombre y lamento ser yo el portador de esta conclusión,
que debiera haber sacado usted misma. Lo que usted parió Sarita, es un corrupto
que merece su desprecio. Si usted tiene valores morales y éticos, no se puede
exponer a perderse en pasillos degenerados.
—Usted está
atrasado de noticias, ética, moral, son valores que no cotizan, no existen. Yo
quiero guita, no me interesa si es robada, prestada o alquilada, quiero plata.
Viajar y vender la droga más cara del mundo. La que paguen más. Y si estoy aquí
soportando un psi, que hasta se parece a mi tío sacerdote, me voy y chau.
—Estamos de
acuerdo, váyase. Pero pronto, antes que le vomite encima. Si logra comunicarse
con el delincuente de su hijo, dígale que me pague las veintiún sesiones que lo
atendí gratis. Dígale que si no lo hace, le voy a mandar un morocho, paciente
mío, hábil en estas lides.
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