martes, 9 de julio de 2024

PRONÓSTICO

    Empiezo con llueve y no se me ocurre nada, ¡ah, sí!

   Llueve y se moja el pelo, se pega a la cara y su hartante jogging gris, siempre el mismo. Lo lava de noche y se lo pone de día. Me llamo Generoso y lo casual intervino para ser un tipo generoso. Bajó la ventanilla:

   —Ey! José, creo que ése es tu nombre, subí que te llevo.

   No se hizo esperar, con la última sílaba ya estaba adentro.

   —¿Tiene calefacción este auto?

   Lo miré, para mi hermana que es rara, se ha formado una pareja o una amistad o nada.

   —Sí!, la prendo, tenés frio, estás calado hasta los huesos. ¿Dónde te dejo?

   Llueve y llueve.

   —En mi casa.

   Este Generoso, habla todo el tiempo y los limpiaparabrisas hacen ruido. No tengo ganas de ver a mi familia, seguro que están todos mirando Netflix, es su paraguas de la lluvia.

   —Yo vivo al lado de tu casa, ¿puedo ir?

   Generoso dijo que sí, sería una buena oportunidad para presentarle a su hermana. José conoció a Soledad, jugaba al ajedrez sola y él le propuso una partida. Estuvieron hasta la madrugada y Soledad lo destrozó. Se fue sin saludar, Generoso lo acompañó a la puerta.

   —¿A qué se debió la llegada de este tipo a casa?

   Le dije que era una buena persona, llueve, caminaba empapado, quiso ir a su casa y luego prefirió esta, le comenté que hace tres años fuiste campeona de ajedrez y flasheó.

   —¿Qué te parece Soledad?

   Miró la copa de los árboles, comenzaba el olor de los aromos…

   —A decir verdad, me parece un bagayo, estoy acostumbrado, son las únicas minas que me dan pelota. Disculpá lo de bagayo, igual la salvan las tetas, el culo y que no hable.

   Me pareció una piña su sinceridad, pero mi hermana, a veces, me daba vergüenza, usaba polleras chingadas, remeras rotas y no se peinaba. Carne de diván, pero nadie quiso, ella tampoco.

   José y Soledad se hicieron amigos, como maniáticos del ajedrez iban al club de ajedrez, con frecuencia. Ella cambió su look, comenzó por peinarse, mi vieja le compró ropa cool, bajó de peso. Usaba un apenas de maquillaje, que destacaban el color inefable de sus ojos.

   —Sole, contame. ¿Todo bien con José?

   Ella se probaba zapatos y usaba espejo para mirarse, por vez primera que recuerde.

   —Sí, buen tipo, nos intercambiamos discos de vinilo, juntamos semillas de árboles y estamos haciendo bonsái. De plantas sabe un tocaso.

   Me puse contento, por fin mi hermana tenía un novio.

   —Estás loco, jamás tendría un novio con olor a vegano, a chivo y ese jogging gris es su única ropa, cada uno con su mambo. No inventes, mi secreto es que hay un Profe, que está buenísimo y me mira con ojos de “te espero”. Ya me ves, yo también lo espero. Cuando nos enganchemos te aviso. Y basta. Ché, Generoso, ¿viste la hermana de José, cómo te conchetea? Es alta, rubia, de ojos celestes, medio estúpida como todas las rubias, pero un polvito no te vendría nada mal.

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