domingo, 27 de enero de 2019

CONTAINERS



   Cumpliré setenta, episodios anteriores de toda anterioridad, me dan ganas ciegas de volver a vivirlos.
   Hechos que no respondí, el primer cachetazo de Mamita. “No hagas más eso, perra”, lo pensé y no me convenía. Pero lo pensaba hasta los quince, cuando quise dejar la Escuela, usó cinturón, aumentaron las penas. A los veinte me declaré en estado de rebeldía.
   —Tu maldad no tiene límites, sos una hija de puta.
   Me fui de casa. Un novio angelado me recibió, sus Padres aplaudieron la elección. Sabían que mis Padres tenían campo, garantía de futuro. No merecen este comentario.
   Vivimos siete años de amor y paz. Su Médico me mandó llamar, casi muero, tenía dos años de vida. Mis Padres me regalaron un departamento, con petit muebles suntuosos que pertenecieron a mi Abuela. Y todo lo que una casa precisa.
   Cuando llegaron los treinta, tuve un hijo de pelos rubios y ojos con pestañas acumuladas. Creció y cuando cumplió treinta y tres, me di vuelta. Lloraba hasta edematizar mis ojos, apareció un novio que acompañó mi orfandad.  Tenía una paciencia infinita, hasta que mi carácter de mierda la transformó en finita, se rompió cuando apareció una adolescente en oferta.
   Hacía veinte años y Quintina pidió perdón por su ausencia.
   —No me cuentes, lo tenés dibujado en la cara, que tu vieja, que el finado, que el hijo, que otro novio. Sos una boluda, tenés que salir de este purgatorio. Ya ves, lleno de fotos de todos y vos sola. Te exijo que vengas a vivir a mi casa en Traslasierra. Tiene una galería que la circunda, el sol la recorre todo el día. Tengo siete hijos encontrados en containers de China.
   Recuperé el asombro escuchando a Quintina.
   —Todos tienen nombres musicales y se apellidan Containers, quiero que sepan que ése es su lugar de proveniencia. Prefiero una verdad triste a una mentira divertida.
   Tiene tanta polenta y un algo de ella ilumina lugares oscuros, con futuros nuevos. Fui a vivir con ellos. Les tejo pulóveres, juntamos piñas en el bosque, hacemos fogatas, me hicieron olvidar lo ya vivido. Gracias Quintina.

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