miércoles, 23 de enero de 2019

TRIFUNCIONAL



   Quería andar de cama en cama. Salía del Colegio y pasaba a buscar a su hermano, él no le daba mucha pelota, la saludaba: —Storbo, ¿para qué venís?
   Clarisa, diletante, varios pasos lejos de su hermano, hablaba con varios que le iban detrás y llegando a la casa, invitaba algún pintón y limpio. La adolescencia no brilla por baños diarios. Clarisa tenía un novio fijo que estudiaba en Buenos Aires y aparecía los fines de semana.
   ¿Y los demás días? No iba a dejar pasar el tiempo, tener un jugador por día le cortaba el aburrimiento. Como Diana cazadora, ni bien su presa en el zaguán, lo conducía al dormitorio y su ropa y la del elegido, hacían el camino del eros lento, el calzón primero y cerraba con el uniforme atravesado del muchachito de la película. Nadie trincaba como Clarisa, hacía de todo sin que le pidieran. Era la hora de la casa vacía, con gemidos exagerados.
   —¿Qué es esto? Y lo que sigue y lo peor…
   Y no dejaba, Clarisa, miraba a su Madre mientras disfrutaba.
   —A mí no me cagás más, tirá la ropa adentro, Papá está guardando el auto, no le digas, perra, castradora, hipócrita, con el hermano de Papá, yo tenía cuatro años.
   Clarisa fue a Buenos Aires, tenía que contarle, él la abrazaría, ella pediría perdón. Estaba abierto, su hermano le besaba la boca, ambos desnudos y el novio fin de semana, le guiñó un ojo.

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