—Buenos días,
Señorito del sillón es para mí un bombón.
Chau, me
trajeron otra loca que me cuide, me saque a pasear. El Médico lo dice, me
molesta un montón que la gente mire mi silla de ruedas, antes que mi cara y soy
tan boludo, no quiero piedad ni asombro, bastante mi castigo “pobrecito yo”. Prefiero
el jardín de mi casa.
—Señorito
¿quiere que leamos algo?, hacer un paseo, tomar un helado batido, hay mil
cosas. ¿Cuál?
Prefiero que te vayas,
no la quiero herir, es inválida del mate.
—Sos como tu
nombre Freudtrotska. ¿A quién se le ocurrió?
El Señorito
sillón bombón, todavía ni sé cómo se llama, no le digo nada, bastante tiene con
su parálisis.
—A mi vieja se
le ocurrió, bombón con ruedas, ella era trotskista y admiraba a Freud. Yo leo
el pensamiento y sé que te parezco burra, fea, narigona y de gambas gordas,
pero te supero, papi, yo camino y vos no. Te accidentaste cuando eras bebé, tu
nombre es Santo y un milagro te hizo crecer hasta los veinte. Tu viejo murió
para que no lo muerda la culpa.
Estoy encerrado
aquí y no voy a cambiar mi postura. Me gusta que venga la loca, diga pavadas,
lea el pensamiento y yo le creo, si tiene cara de Picasso, no me importa. Quiero la alegría
que me entrega, sabia, grasa y generosa. Tiene mis llaves, las olvidó, porque
tocó el timbre. Le abrí la puerta y no pudo emitir sonido, yo estaba de pie, en
piyama, corrí a ponerme un traje con corbata.
—Buenos días,
Señorita bombón, la invito a un paseo, tomar un helado batido, leerle algo que
definió Freud, o lo que usted quiera hacer. Yo también sé leer el pensamiento y
mi respuesta es sí. Espero que no tome a mal, cuando tuvo que lavarme el culo después
de cagar. Quise ponerla a prueba y su puntaje fue el máximo. Perverso de mi
parte. Sepa aceptar mis disculpas.

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