Canícula 15°.
Sonreí y no pasé por alto los “Buenos Días”.
Canícula 20°.
Despierta mis sospechas de un aumento, acostumbrada a los aumentos que me
impedirán ver el mar. Si la canícula sube a 39°, antes de iniciar cualquier
trámite, me tiro de cabeza en la pileta, cago y meo en la rejilla. Busco
lavandina, Mr músculo y Espadol en aerosol, con la manguera observo cómo se va
todo a la calle, dejo abierto hasta que las deposiciones lleguen al declive de
mi vecina que odio. Después uso la manguera, me doy una ducha con champú,
cabeza y cuerpo.
Por la ventana
siento el olor a jaboncito, mis deposiciones ya van por la plaza. Casi ni me
sequé, tengo un vestido propicio para este clima, el puro agujero. Subo al
auto, lo pongo en marcha y prendo el aire acondicionado al máximo. Hasta siento
alegría, que a mí nunca. Miro la cola para que me atiendan, llamo a un ex-trapito,
le pido que me saque un número, le pago 200 pesos y el pibe chocho. Me salvo
del olor a sucio que despide la gente, a pelo sin lavar, a caspa, a pata sucia.
Los comprendo, los elementos de limpieza, están por las nubes.
Estoy en el
Café, frente al Banco, con aire acondicionado, viene el mozo a preguntar qué
quiero tomar. Le contesto que lo estoy pensando. —Cuando elija lo llamo.
El pibe me hace
señas. No tomo nada, porque no tengo un mango. Igual hace tanto calor, que
nadie se da cuenta. Agradezco al ex-trapito. Hecho mi trámite, salgo y lo
invito al pibe a meternos en la fuente. Siento que el salto me llevó el corpiño,
salgo en tetas, un auto de Policía me espera. Pregunto por qué, me contestan: “Alteración
del orden”. Por suerte el Patrullero, tiene aire acondicionado.

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