En cosas
grandilocuentes, convencía hasta las piedras, llenaba de adjetivos imprudentes
a una mujer delgada, que alguien abandonó en la playa, junto a una jauría
robada, con nombres de números periódicos. Era viejo el hombre y le faltaban
los dientes superiores, le quedaban los de abajo, bien completos menos uno.
—Tal vez Ud, mi
bella doncella desnutrida, ignore, que con los alimentos que porto en mi
humilde carroza, en dos semanas saldrán sus tetitas de cabra, redondas y cerca
de su cuello principesco. En cuanto a su culo, le aseguro que tendrá con qué
sentarse. Ud pensará en mi frivolidad, como algo superfluo para Ud, que es una
dama joven y ahora despertará el hambre de algún mecenas distinguido y culto,
que modelará su cabeza de chorlito huérfano con sabias palabras e historias sin
dueño, por si aparece alguien, con ganas de desposar una mujer de dotes
físicas, más que perfectas y voz sabia, que continuarían sus pequeños
conocimientos de Príncipe Idiota.
Misha, en
cuclillas sobre la arena, soplaba un viento helado y alrededor los perros la
protegían en fila cerrada. —A mí me trajeron a este lugar, para representar una
hija perdida. Una mentira de un hombre, a una mujer niña, compartí algunos
días, hasta que se fue sin despedida. Crecí en soledad, con la jauría, que me
daba de comer sólo pescado, eso arruinó mi salud. Encontré una biblioteca en
medio de unas piedras y no hice otra cosa que leer y dormir. Ese reparo
cubierto es mi casa. Uno de los perros periódicos me hacía de almohada y los
otros, recortados cerca de mí, eran mantas de perros periódicos, tibios. A
pocos metros, detrás de aquel médano, hay un pequeño lago de agua dulce, intuyo
que proviene de una napa destinada a salvar mi vida. Su imagen del siglo pasado
y todo su discurso de memoria, es la primera visita que recibo. Disculpe Ud, le
pido y ruego que se vaya cuanto antes. Sería un regalo de despedida, valga la
redundancia, que se fuera. Yo crecí sola en este páramo, donde tengo palabras
que me atienden en tristezas y alegrías, no sé cuánto tiempo viviré, escupo
sangre como Kafka, sus libros me anoticiaron de qué trata la vida y cuándo se
avecina la muerte. Estoy tranquila y me da paz no tener persona alguna cerca de
mí. Vaya, vaya, que se hace tarde cuando atardece.

No hay comentarios:
Publicar un comentario