viernes, 25 de enero de 2019

EL ARTE DEL MATERIAL



   Quedan cuatro páginas en blanco y media carga de birome, se me hace un nudo angustiforme, ya no tener dinero para un cuaderno y dos biromes, es el colmo.
   Aparece la imagen de mis tíos Andrés y Virginia, peleando por el último cuaderno, los dos escribían muchas horas manuscrito y una persona que amaba los trabajos de ambos, los tipeaba, imprimía y se los llevaba a un Editor pretencioso, malvavisco, que les pedía alguna modificación.
   —Qué necio. ¿Quién se cree que es?, si yo cambio lo que pretende, mi edificio se desmorona y no es alguna modificación, es la estructura interna del cuento.
   Virginia escondía medio cuaderno y una birome bic que encontró en el ascensor.
   —Andrés, pensá que es un gusano, cuya perversión nos permite editar. Son cuentos cortos, se venden bien, a los que todavía leen, acordate del adagio “Lo bueno, si breve, dos veces breve.” A que si lo mandás de nuevo sin ningún cambio, te lo acepta. La virtud del olvido lo acompaña y el cuento le va a parecer interesante y más que eso, te lo edita. En cambio a mí, como soy mujer, le mando un montón y me dice que no recibió nada.
   —¿Y eso que me dijiste de una mina que es Editora de cuentos para niños? ¿Qué pasa?  
   —Es la novia del chico que nos tipea e imprime, gratis. Le contó de mí y mi arsenal de cuentos infantiles, quiere que nos veamos y le lleve algunos trabajos.
   —Mm, ¿no será que tiene celos? No negarás que el chico te admira, sobre todo cuando te ve con ropa ceñida, a mí me pone ceñudo, pero me la banco. ¿Cuándo se encuentran?
   —Mañana, me dan nervios, pero por suerte su novio me acompaña. En dos horas, calculo, estoy libre.
   La mina es una burguesa de mierda y los papis le pusieron la Editorial. Le gustaron algunos trabajos, se reía finito, hacía comentarios tilingos y superficiales, pretexté que se me hacía tarde, su novio ofreció llevarme.
   —Chau amor,-Le dijo la boluda-.
   Subí al auto. —Sos muy buen volante.
   Él le miró las tetas, casi chocan. —Te invito a tomar un café y bajamos el estrés.
   Él volvió a las tetas y entró directo a un lugar de esparcimiento.
Me fui de mambo y se hizo de noche. —¡Cuánto tardaste, Virginia, me preocupaste!
   Comenzó la práctica de la mentira. —Disculpá, por favor. Una pareja tan entretenida, el tiempo pasó volando, hablamos de literatura, ella no tanto, pero él sabe un montón. ¿Vos habías notado?

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