Quedan cuatro
páginas en blanco y media carga de birome, se me hace un nudo angustiforme, ya
no tener dinero para un cuaderno y dos biromes, es el colmo.
Aparece la
imagen de mis tíos Andrés y Virginia, peleando por el último cuaderno, los dos
escribían muchas horas manuscrito y una persona que amaba los trabajos de ambos,
los tipeaba, imprimía y se los llevaba a un Editor pretencioso, malvavisco, que
les pedía alguna modificación.
—Qué necio.
¿Quién se cree que es?, si yo cambio lo que pretende, mi edificio se desmorona
y no es alguna modificación, es la estructura interna del cuento.
Virginia
escondía medio cuaderno y una birome bic que encontró en el ascensor.
—Andrés, pensá
que es un gusano, cuya perversión nos permite editar. Son cuentos cortos, se
venden bien, a los que todavía leen, acordate del adagio “Lo bueno, si breve,
dos veces breve.” A que si lo mandás de nuevo sin ningún cambio, te lo acepta.
La virtud del olvido lo acompaña y el cuento le va a parecer interesante y más
que eso, te lo edita. En cambio a mí, como soy mujer, le mando un montón y me
dice que no recibió nada.
—¿Y eso que me
dijiste de una mina que es Editora de cuentos para niños? ¿Qué pasa?
—Es la novia del
chico que nos tipea e imprime, gratis. Le contó de mí y mi arsenal de cuentos
infantiles, quiere que nos veamos y le lleve algunos trabajos.
—Mm, ¿no será
que tiene celos? No negarás que el chico te admira, sobre todo cuando te ve con
ropa ceñida, a mí me pone ceñudo, pero me la banco. ¿Cuándo se encuentran?
—Mañana, me dan
nervios, pero por suerte su novio me acompaña. En dos horas, calculo, estoy
libre.
La mina es una
burguesa de mierda y los papis le pusieron la Editorial. Le gustaron algunos
trabajos, se reía finito, hacía comentarios tilingos y superficiales, pretexté
que se me hacía tarde, su novio ofreció llevarme.
—Chau amor,-Le
dijo la boluda-.
Subí al auto. —Sos
muy buen volante.
Él le miró las
tetas, casi chocan. —Te invito a tomar un café y bajamos el estrés.
Él volvió a las
tetas y entró directo a un lugar de esparcimiento.
Me fui de mambo y se hizo de noche. —¡Cuánto tardaste,
Virginia, me preocupaste!
Comenzó la
práctica de la mentira. —Disculpá, por favor. Una pareja tan entretenida, el
tiempo pasó volando, hablamos de literatura, ella no tanto, pero él sabe un
montón. ¿Vos habías notado?

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