sábado, 13 de julio de 2019

DESCUBRIENDO OTRA INTENCIÓN



   Viaja hacia Jordania, es violador internacional, tiene su sede en un restaurante de comidas con sedantes y plantas alucinógenas. Yo vivo enfrente, les doy amparo a turistas excéntricos que vienen a montar en camello y se sacan mil fotos para mostrar a sus amigos.
   Hermana, vos me debés una grande, yo me encargué de matar a tu marido con un cuchillo envenenado y de una sola puñalada. Quedaste libre para vivir lo que quisieras. Pasaron unos años y ahora yo necesito de vos. Es una pesadilla, tu cuñado vive acá enfrente, es el dueño del restaurante. Se dio que por ser el único lugar, iba a comer todas las noches, eso me dejaba tranquila y tu cuñado aprovechaba para abusar de mí en mis ensueños. Quedé embarazada y le dije, supuse que se pondría contento, me equivoqué de suponer. Huyó de mí y de su futuro hijo. Yo lo tuve igual, no tenía opción, acá por un legrado te dejan muerta sin querer, de ignorantes.
   Sé que vive en Amman y dejó el negocio a cargo de un hijo que nació de brote. Te pido hermana, que vengas y lo mates, con la misma daga que usé para tu marido. El tipo viene una vez por mes. Aquí te mando el pasaje en barco, el mismo día a la misma hora que lo toma él. Lo vas a reconocer por su ridículo atuendo polar.
   La hermana le contestó que allí estaría, tal cual ella le pedía.
   —A quien lastima sangre de mi sangre, no tengo pruritos en matarlo, quédate tranquila que me gusta la propuesta, matar es algo que me da más adrenalina que coger con un beduino pobre. Y no es devolver un favor, sino un acto de justicia, algo que sabemos todos que no existe.
   La comunicación epistolar las unió una vez más.
   Ella lo reconoció de inmediato, tenía cara de camello, efecto de la mímesis con los animales de su tierra y un conjunto over-dress inolvidable en las retinas. Hacía un frío que les partía el culo a todos.
   El tipo estaba sentado en la cubierta, cerca de su camarote. Ni bien lo identificó le fue a pedir refugio en su carpa de zorros. Hablaron escueto. 
—Permiso Sr, ¿puedo cobijarme en su elegante sobretodo?
   El tipo dijo que sí y abrió al medio su sobretodo, abajo estaba desnudo. A ella le pareció una falta de respeto sin perdón. Le abrió con aquél cuchillo, de la garganta a la vejiga. Le salió tanta sangre que le produjo más náuseas que el movimiento del barco. Regresó a su camarote, un sonido extraño se le arrastraba detrás, pensó en el mar que viró de la calma chicha a una enorme tempestad y sin entender, mareada, quitó con su mano derecha un cuchillo clavado en el medio de su espalda, lo miró para verlo de cerca era filoso y tenía piedras incrustadas compradas en Constitución. La sangre que le salía, no era como la del rufián, era sangre azul celeste, igual a los que de buena estirpe descienden.
   Como dice el refrán, o mueren tarde o no mueren. Ninguno llegó a destino, ambos fueron arrojados al mar. Nadie quiso declarar, por temer que el barco argentino quedara varado y se descubriera, que era chatarra pegada con Uhu.

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