viernes, 5 de julio de 2019

ESA MUJER ES GIGANTE AL LADO DE UN GENERAL



   Ella nació muy hermosa, siguió así hasta que un admirador itinerante, dejó de itinerar, se conocieron a los catorce, Papá quedó pegado como abrojo en tela. A los nueve meses de sus nupcias, nací yo, muy sospechada mi Madre, que había casado de apuro y no era así. La moda y las buenas costumbres o al revés, dictaban que la mujer quedara virgen en conserva para el augusto matriarcado, rebozado por Jesucito y firmado ante la Ley. Nací muy linda, pero negrita y rulienta. Por las fotos se me nota que tenía ganas de pedir lo que alguien se quedó sin darme. Fue el afecto no recibido nunca de su persona. Ella siguió linda, tenía el pelo glisado y el cuerpo de una mujer, bien quebrado en la cintura. Siempre fue una señora fregona, le gustaba cocinar y los pisos un espejo. Era Docente y nadie se explicaba cómo hacía, contrataba otras muchachas para ayudarle a limpiar, ninguna le vino bien, hasta que entrando en la vejez, consiguió una catamarqueña, dulce, buena y callada. A mi Madre le cambió el cuerpo, lo que era culo fue panza y las tetas se le fueron como giba de camello a la espalda encorvada. Para mí lo más importante que ella elegía: —Sentate derecha. No faltes a Inglés, que te mato.
   Y una sarta de plomadas que me hicieron derechita, haciendo ejercicios diarios. Un día miró sorprendida, yo llevaba una bikini y mis piernas largas la mataban de celos, odiaba mi panza hundida y mi culo sobresaliente, ojos de turca, brillantes y grandes, una nariz en discusión, igual que mi inteligencia. Hablaba con sus hermanas en voz baja diciendo: —Mirá la guacha, tiene cuerpo de vedette y me dice la verdad, la muy perversa, que a mí el cuerpo me dio vuelta y ahora soy al revés, encima tiene razón, el Padre muere por ella, dice que tiene talento para escribir y dibujar. Le hace todos los gustos, van al Cine, toman café diariamente, en esta Ciudad de mierda. Ella se viste en Buenos Aires, me da bronca porque tengo un sobretodo que lo uso para la Escuela, lo llamo 25 de Mayo, ya tiene quince veinticincos de Mayos. A mí no me molesta, me visto con lo que yo gano. El Padre me da dinero, pero sólo le acepto lo de la compra del día.
  
   Quería que estudie Derecho, como su Padre, su Abuelo y el Bisabuelo, jamás acepté su idea.
   Mi Mamita querida odiaba lo que yo hacía, lo que pensaba, los novios, que eran todos inútiles y pobres. Jamás me dijo te quiero, ni preguntó si era feliz o si algún chico me amaba. En síntesis, mi vida era un estorbo, en la pobre dimensión que le dio mi nacimiento.
   Yo no la quise tampoco, me daba miedo su psicopatía, sus gritos intemperantes y sus castigos por tonterías. Papá no me defendía porque a él también le daba miedo. Tenía buenas intenciones, dejaba todos los meses rollos de plata en mi ropa interior, pero no le lucía, porque el maltrato recibido, nunca pude perdonar.
   Una tarde, en un médano, me regaló su reloj y hablamos de la vida, dijo: —La felicidad no existe, ni te molestes en buscarla, porque es otra de las mentiras que la gente se la cree.
   No la extraño para nada, pero a veces pienso en ella y la lloro sin querer.

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