miércoles, 24 de julio de 2019

LA LUNA Y LA PALMERA



   Atrás del Cementerio en La Plata, había una enorme superficie, que hasta no trazar las horizontales era posible no ver ninguna construcción, ni casita ni casilla. Era un planeta liso, donde justo en el medio crecía una palmera, ancha y alta, de esas que el tronco, parece cubierto de bolsillitos. La conocí de chica, paseando en bicicleta. Por lo menos una vez por año, la visitaba, a medida que los bolsillitos se multiplicaban, la palmera crecía, era su columna vertebral. En las noches de invierno, su soledad tan absoluta a mí me despertaban ganas de ponerle un sobretodo.
   Federico consiguió el auto del viejo, dijo tener una noticia para mí en especial. Mis amigos queridos conocieron esa palmera a través de mi descripción, pero pocos se molestaron en ir hasta allí a saludarla. Era un regalo que dio la tierra. Una tarde de verano, plena década infame, nos siguieron dos autos con milicos y armas largas. Con nosotros éramos tres vehículos dispuestos paralelos, alguien debe recordar, buscaban un tal Sallustro, escondido en alguna parte. Nos hicieron bajar: “Documentos, por favor”. El “por favor” no se usaba, fue raro, pero revisaban el Citroën 2cv, por el piso, por detrás, por abajo y no se convencían. Yo que era metiche e ignoraba todavía la magnitud de aquellas bestias, les dije: —En este auto cabemos apenas, no tiene ni baúl, ¿es muy enanito Sallustro?
   Me salió bien, uno de los milicos se cagó de risa. —Tiene razón la chica, pusieron a toda la Provincia para buscar este tipo. Bueno, chicos, suban nomás al autito, a propósito ¿qué estaban haciendo acá si no hay nada?
   Federico, que era un delirante, les contó que veníamos a ver los días de luna llena, cómo la palmera se mantenía enhiesta y parecían darse un beso de bienvenida, la palmera recortada en la luna.
   Los milicos salieron de los autos a fumar un cigarrillo y miraban con asombro de personas normales. Igual nos resultó agradable su partida. Nos quedamos hasta que la luna, de a poco, se separó de la palmera. Se puso más chica y subió al cielo, iluminando y dijo, “mañana nos vemos”.     

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