En la Fábrica me
corté todos los dedos de la mano derecha y soy diestro, es lo peor. Fui a lo de
una Masajista recomendada, trabajaba todos los días y yo no faltaba jamás. Algunas
veces me atendió en camisón, porque le aparecía muy temprano, a mí me daba
comezón, ver su pecho que movía, al ritmo de su trabajo. Yo me puse como loco
cuando en seis meses me hizo un pulgar nuevo.
Y fue por más,
con su audacia, siguió con el índice y luego con el mayor. Faltaban el anular y
el meñique, esos los hizo de memoria, mientras elogiaba mis pestañas.
Recibió premios
de todas partes, por aquel trabajo que ni la Medicina pudo encontrar.
—Bueno,
pienso que es hora, yo le regalé una mano, ahora Ud pida la mía.
Mis dedos
temblando y le pedí la mano por cinco veces. Y se vino la sorpresa, a ella le
faltaba la mano izquierda completa. Le di un piquito en la boca. —Vos no te
preocupes, una mano lava la otra y las dos hacen el amor como sea.

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